sábado, 20 de marzo de 2010

Dance to the Music ;;

{27 de Enero, Martes | 12:10 h.}


La rubia se asomó por una de las entradas traseras del auditorio. Sabía que esa hora estaba libre, por lo que no habría nadie allí, no por nada se había molestado tanto por conseguir los horarios de ese día. Y, por suerte, una de sus horas libres coincidía con una de las horas en las que el auditorio estaba vacío. No dudo un momento en acercarse hasta allí, aunque sabía que no era fijo que tuviese toda la sala para ella, pues no sería ni la última ni la primera vez que algún alumno, al igual que estaba haciendo ella misma ahora, se colaba, o, simplemente, alguna clase cambiada a última hora. Sonrió al comprobar que no había nadie, hacía tiempo que quería hacerlo, pero por un motivo u otro nunca había tenido la oportunidad de tener el auditorio para ella sola. No sin cierta cobardía en sus pasos, subió a la tarima y acto seguido posó su bolso en una esquina algo apartada. Buscó con la mirada el reproductor de CDs que había visto en alguna de las representaciones y actos, y tras encontrarlo introdujo el CD que llevaba en la mano para segundos después darle al PLAY.

La música comenzó a sonar, conocía perfectamente aquella melodía. El lago de los cisnes, de Tchaikovsky. Esa había sido la primera canción que había bailado, cuando apenas tenía ocho o nueve años, junto a su hermana Ilse. La echaba tanto de menos y para acabar, estaba tan lejos en ese mismo momento. Además, ella era la única persona que la había visto bailar hasta entonces, y seguiría siendo así, por lo menos en un futuro próximo. No lo hacía mal, más bien todo lo contrario, pero además de ser demasiado modesta era algo vergonzosa cuando al baile se trataba. No se podía imaginar ante nadie que no fuese su hermana bailando, a pesar de que su sueño fuese ser una bailarina reconocida, obviamente, por su trabajo. Pero no tenía que preocuparse por eso, al menos no por ahora, primero tenía que acabar la carrera y después, ya vería que hacía de su vida.

Dejando todos estos pensamientos, que lo único que hacían era molestar, comenzó a seguir con su cuerpo el ritmo de la música, el cual se movía con soltura y agilidad al compás de la misma. Toda la coreografía estaba grabada en cada una de sus articulaciones, la había bailado decenas de veces sin cansarse. Bailar le despejaba, lograba que todo pensamiento desapareciese por unos minutos de su cabeza. Cuando bailaba, solamente existía ella y la música, nadie ni nada más. De repente escuchó el sonido de la puerta al golpear sobre el marco, no sabía si había sido abierta o cerrada, o si su inoportuno acompañante la había visto. Ya fuese así o no, rápidamente fue hacía el reproductor para desconectarlo, deseando a su vez no haber sido descubierta por nadie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario