jueves, 27 de enero de 2011

Thread, Alicja & Matthew, halloween {1}

No se paró más de dos minutos frente al espejo antes de regresar al lugar en el que se encontraba su baúl, de donde sacó las medias de rejillas que acompañaban al resto del disfraz. Se sentó sobre la cama, para así ponérselas y poder calzarse más cómodamente. Aún no entendía el porqué había acabado por ir a esa fiesta, quizás la palabra alcohol había tenido mucho que ver en la decisión final de la slyherin. Regresó frente al espejo para así poder observar el resultado final, con ayuda de sus dedos pasó varios mechones de su cabello rubio hacia delante, dejándolos caer sobre sus clavículas. Perfecto. Sin más, abandonó la habitación de la misma forma que abandonó el castillo. Para después acercarse al Sauce Boxeador e aparecer directamente en La Casa de los Gritos. Ni pensaba perder el tiempo en ir en los múltiples carruajes que iban y venían, transportando a los alumnos de los diferentes cursos.

Se acercó al salón de baile, posando su mirada en cada uno de los múltiples detalles que llenaban cada rincón de la casa. Nadie se habría creído que La Casa de los Gritos podría llegar a transformarse de semejante forma. Acarició con su dedo índice uno de los esqueletos que había a la entrada del salón. Debía reconocer que la decoración era más que perfecta para la ocasión, mas no era suficiente como para asustarla o atemorizarla. Escuchó voces al otro lado de la puerta, pues hacía rato que los primeros carruajes habían abandonado el castillo. Abrió la misma y entró. Sin posar su mirada en nadie, tan solo en el salón en sí. Estaba todo demasiado cambiado como para saber a que estancia correspondía con la estructura original, tampoco iba a pensar en ello, como si le importase. Se acercó a la mesa en la que se encontraba el alcohol, junto a otro tipo de bebidas que ni le iban ni le venían. Cogió uno de los vasos y rebuscó entre las botellas muggles una de vodka, para acto seguido servirse un trago.
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El castaño dejó caer lo que sería el disfraz sobre su cama, mientras pasaba una toalla por su cabello mojado. Alzó una ceja con ironía cuando observó pasar por la puerta de la habitación lo que parecía ser un idiota disfrazado de dementor. La puta escoria de Slytherin, pensó mietras lanzaba la toalla a un lado, y relamía su labio inferior, volviendo a posar sus ojos azules en el disfraz. Lo cierto es que no tenía idea de por qué iba. Lo único bueno en esa fiesta sería el alcohol. Y quizá ver las piernas de Alicja más descubiertas que lo normal, junto con la de las demás alumnas. Sin embargo podría tener exactamente lo mismo, sin la necesidad de disfrazarse como un jodido retrasado, y más aún, terminar en la Casa de los Gritos. Aquel lugar comenzaba a ser su segunda casa. Sonrió de medio lado burlón, para luego exhalar un suspiro y tomar la camisa blanca. No tardó demasiado en terminar de cambiarse, y antes de bajar a la Sala Común tomó de un sorbo el resto de whisky que le había quedado de la botella comprada aquella tarde.

Al llegar al lugar en donde algunos alumnos todavía esperaban a que los carruajes volvieran para buscar al resto, Callahan negó con la cabeza ante tanta estupidez junta, y tras desviar unos metros sus pasos sin que nadie lo vea, decidió aparecerse sencillamente en el tercer piso del lugar donde se llevaba a cabo la fiesta. Ladeó su cuello, mientras acomodaba la capa con lentitud detrás de su espalda, y miraba la decoración. No estaba mal, pero sólo asustaría a un Hufflepuff virgen. La música proveniente del piso de abajo podía escucharse, y frunciendo los labios ante los ruidos que la misma casa creaba a su izquierda, bajó los escalones. Antes de llegar, una chica disfrazada de mariposa pasó y gracias a sus reflejos pudo echarse levemente hacia atrás para que no le golpeara con una de sus alas. Estaba a punto de tomarla del brazo para hacerla llorar, cuando la figura de Alicja le llamó más la atención. Chasqueó la lengua, y se dirigió hacia donde estaba. Paseó sus ojos por su atuendo y le dedicó una sonrisa donde la inocencia era un recuerdo lejano. – Sabes que terminarás en mi cama esta noche, ¿Verdad?
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A medida que pasaban los minutos más alumnos, e incluso adultos, se adentraban en el interior del salón y, seguramente, otros tantos estarían deambulando por el resto de la casa, pues los pasos en el piso superior podían escucharse ligeramente tras la música. Esperaba que Matthew llegase pronto, o sería incapaz de seguir soportando a todos esos imbéciles disfrazados de superhéroes y princesas. De ser así, estaba segura de que acabaría por aparecerse de un momento a otro. Londres escondía más diversión que esa maldita casa, la cual visitaba más que a menudo.

Dio un trago al contenido de su vaso, vaciándolo por completo. Iba a girarse para dejarlo de nuevo sobre la mesa, cuando observó como la figura de Callahan se aproximaba. Vampiro. No se lo habría imaginado. Dejó que en su rostro se formase una sutil sonrisa tras haber escuchado las primeras palabras del castaño. – Sabes que no me importaría, pero tal vez seas tú quien termine en la mía. – Respondió simplemente, al mismo tiempo que dejaba caer su mano derecha sobre el cuello del slytherin, recorriendo a su paso el cuello de la camisa. –Y qué… ¿me vas a morder? – preguntó posando su mirada sobre el disfraza de Matthew, observándolo más detalladamente.
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Debía destacar, incluso a pesar de que seguía sin ser nada del otro mundo para él, que habían hecho un buen trabajo en dejar aquella mierda mugrienta, en una un poco más discreta. No estaba seguro si dejarían el lugar de ese modo luego de la fiesta, pero aquello sería orgásmico. Después de todo, últimamente pasaba más tiempo allí que en Hogwarts, por las continuas reuniones. Incluso con la rubia que lo acompañaba en esos momentos, siendo ella parte del movimiento también. Pero estando allí ahora, con música de fondo, alumnos disfrazados y decoración acorde a la fecha, todo aquello parecía un mundo paralelo. Le parecía una mariconeada el haber ido, y llevar puesto lo que vestía, pero quizá podría sacar algo bueno de ello.

Y aquello mismo, no era difícil de considerar, mientras sus ojos desvestían la figura de la Slytherin. Solo cuando escuchó su voz, alzó su mirada a su rostro, para simplemente dejar que sus labios se curvaran nuevamente hacia un lado por la cercanía. – Y tú sabes que mi cama es mucho mejor que la tuya. Los dos lo sabemos. – Respondió con tranquilidad, mientras quitaba el vaso vacío de su mano para dejarlo nuevamente en la mesa. Ya se encargaría de llenarlo nuevamente en unos minutos. Suspiró con falsa pesadez al escuchar sus palabras, y aprovechando la corta distancia, ladeó su rostro para rozar la piel de su cuello con su nariz, y luego llevar sus labios a su oído. – Solo si te portas mal. Así que dalo por hecho. – Contestó en un susurro, para luego separarse de ella, y tomar la botella de vodka sin más.
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La mirada de la rubia recorrió por unos instantes la sala, hasta entonces no se había fijado en ninguno de los presentes. Si se sentía ridícula por tener que llevar un disfraz puesto, el simple hecho de ver a todos los alumnos –y lo que era más patético, adultos- con sus infantiles y estúpidos disfraces, le aliviaba en cierto modo. Al menos, el disfraz que había elegido era acorde a su personalidad y forma de ser, sería hipócrita disfrazarse de princesa o de cualquier protagonista de algún cuento para niños muggle. No había visto a ningún profesor aún, es más, deseaba que, finalmente, desistiesen de ir, a pesar de saber que eso era irremediablemente imposible.

Apartó varios mechones que habían acabado sobre su rostro antes de responder al castaño. –Puede, pero realmente lo que menos me importa es la cama. De nada sirve una buena cama si no tienes un buen amante con quien compartirla ¿verdad? – Habló posando su mirada sobre la del slytherin, a la vez que una sonrisa ladina se dibujaba en sus labios. Mas no se pronunció ante sus siguientes palabras, pues era sabido por todos que no era ninguna santa, ni se hacía pasar por una. En cambio, se apoyó contra la mesa de las bebidas, apoyando a su vez sus manos sobre los cantos de la misma. - ¿No vas a compartir? – Preguntó divertida al ver como Matthew cogía sin más la botella de vodka.
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Lo cierto es que Callahan nunca planeaba nada, o al menos, todo lo que no requería ser planeado a su pensar. Por eso es que nunca se preocupaba por lo que los demás sí, y eso era simplemente por el hecho de que tenía una forma bastante única de mirar las cosas, y de pensar o actuar. Lo que para algunos es una falta de respeto, para él es divertido. Lo que para otros es perfecto, para él es una mierda. No le costaba admitir que era un jodido bastardo, que era más que complicado, y casi imposible de tratar. Que no era de fiar, y su preocupación giraba siempre en torno a él. Tampoco es como si eso le quitara el sueño. Pero había personas que eran los suficientemente algo, para que le agradaran. Alicja era una de esas. Le parecería estúpido no llevarse bien con ella, siendo de hecho, tan parecida a él. No por nada había decidido llevarla a ella como pareja de aquella noche.

Callahan desvió sus ojos hacia su costado, al haber visto nuevamente pasar a la idiota de las alas, pero volvió a focalizar su atención en la rubia. Dejó que sus ojos permanecieran en los suyos, mientras contestaba. – De nada sirve una cama si no estoy yo en ella, Alicja. – Alzó sus cejas con arrogancia, para luego acompañar su comentario con una sonrisa entre divertida y pícara. Una vez giró su cuerpo para enfrentar la mesa, y con la botella ya en su mano, relamió su labio inferior mientras tomaba otro vaso además del de ella. – Me ofendes. Hay dos razones por las cuales voy a servirte. – Comenzó, mientras dejaba que el líquido llenara primero un vaso. – Una, es por que soy un caballero. – Pasó al siguiente vaso, para luego dejar la botella nuevamente en la mesa. – La otra, es por que quiero emborracharte. El sexo es más divertido así. – Le alcanzó su vaso, mientras aquella sonrisa ladina reaparecía en su rostro.
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La slytherin era consciente de que era odiada por gran parte del sector femenino del castillo y, ahora que había asistido allí con Matthew Callahan, la odiarían más aún. No le importaba en lo más mínimo, para ella, todas no eran absolutamente nada, ni tan siquiera eran lo suficientemente importantes como para merecer su odio. La fría indiferencia era más que adecuada para ese sector que cada vez abundaba más en Hogwarts. También sabía que el adjetivo más bonito con el que podían referirse a ella, era el de zorra. Lo único que tenían era envidia, la envidia de no poder –bien fuese por no dejar correr rumores sobre ellas, o bien por otros motivos- hacer de su vida lo que deseasen. Sin importar lo que pudiesen, o no, decir de ellas. Ella era feliz siendo como era, acostándose con quien quisiese y cuando quisiese. Nada importaba más.

Una leve risa escapó de sus labios al escuchar su respuesta. Siempre tan… él. Por eso le agradaba, tanto su compañía, como la amistad que mantenían. – Créeme que lo que menos deseo es aumentar tu ego, pero debo admitir que tienes razón, al menos en parte. – respondió, sin poder desviar sus pensamientos por un momento hacia Carlo. Sin duda, ambos eran únicos y ningún joven del castillo podría llegar a superarles, ni tan siquiera a igualarles. Sonrió de nuevo al escuchar de nuevo al slytherin y observó como llenaba el primero de los vasos. Arqueó una ceja y tomó su vaso cuando este se lo ofreció, dándole un trago al mismo en cuanto lo tuvo en su mano. – Así que, vas a emborracharme.- dijo divertida, tratando de no pensar en como podría amanecer al día siguiente. – Debes de saber entonces, que no pienso responder de mis actos.- dijo finalmente.
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Como cualquier grupo de hombres, con o sin alcohol de por medio –aunque en el caso de Callahan, siempre había aunque sea una gota en esos casos- el tema de mujeres siempre salía a luz. Quién está más buena, las mejores piernas, aquella que se mira pero no se toca. La última con la que se habían compartido sábanas, e incluso aquellas que tenían en común. Él era probablemente, en Hogwarts, uno de los que más labios había probado, y más noches había compartido con alumnas de su casa, y de otras también. Estaba al tanto de que había sido la razón de muchas separaciones de parejas dulces, y la de peleas entre otras. Le daba igual. Él podía mentir y manipular, pero cuando una chica jugaba con fuego con él, esta sabía que la quemadura no sería permanente. Por que nada en él lo era, y mucho menos las mujeres. Claro que había excepciones, como toda regla. Había algunas a las que no se cansaba de probar y quemar, ni de que le quemaran.

Escuchó reír a la rubia, y mantuvo su sonrisa ladina, mientras sus palabras le llegaban. – Tampoco busco hacer lo mismo en ti, y no siento la necesidad de decirte que el sentimiento es recíproco. – Se alzó lentamente de hombros con falsa inocencia, pero con suma tranquilidad. A él le daba igual con quien se acostara ella, después de todo, era su amiga y nada más; así también como ella pensaba y sentía lo mismo para con él. Por eso funcionaban tan bien, y él no se cansaba de buscarla una y otra vez. Algo que probablemente, no cambiaría jamás. Pero eso no quitaba el hecho de que disfrutaba inmensamente de su compañía en todos los sentidos posibles. Dio un sorbo al contenido del vaso, con una sonrisa arrogante. – Conmigo no es necesario que lo hagas, ni tampoco lo quiero. Tout l'opposé. - Contestó divertido, dejando fluir el francés en la última palabra.
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Pasó las manos por los pliegues de su falda por simple inercia. De hecho, habría preferido llevar cualquier otra cosa antes que un disfraz, incluso el uniforme del colegio le parecía más interesante que un patético disfraz de telas de colores. Por no hablar de ese maldito trozo de tela lleno de plumas que no hacía más que molestar. ¿Cobra de plumas era? Si, así le habían dicho que se llamaba en la tienda en la que lo había comprado. Ni siquiera sabía porque lo había sacado de la habitación, debería haberse quedad directamente en el fondo del baúl. Finalmente, se lo quitó de encima y lo dejó sobre la mesa, no le importaba que alguien se lo llevase, de hecho, no podría querer que eso no sucediese.

Escuchó la respuesta del slytherin, mas no se pronunció ante ella, no veía motivos por los cuales dar una respuesta que, tanto para ella como para el slytherin, era más que obvia. –Incluso de haber sido así, sabes que no lo habría hecho.- respondió simplemente. Si bien el francés no era una de las lenguas que la rubia dominase, el hecho de conocer a Matthew desde sus inicios en Hogwarts, había ayudado a que consiguiese descifrar algunas que otras palabras y frases. Dio un nuevo trago a su vaso, esperaba que el alcohol fuese suficiente para pasar las próximas horas en esa casa. - ¿No vas a invitarme a bailar, Matthew? – preguntó irónicamente, divertida. Antes muerta que poner un pie en esa jodida pista de baile.

Thread, Another Promise, Another Scene {2}

Sábado por la noche. Que les diesen a todos los alumnos mojigatos. Él no pensaba quedarse a emborracharse de nuevo en la Sala Común. No es que le jodiera, ni tampoco no disfrutara las juergas con sus compañeros y amigos en Slytherin, pero la monotonía no iba con él. Ya habían sido dos fines de semana seguidos en los que había despertado allí mismo al otro día, y simplemente quería cambiar eso. La mierda de Hogwarts lo limitaba, pero al menos podía salir de los límites que sus cuatro paredes formaban. Hogsmeade no era una puta fiesta, pero era otra alternativa. Había bajado a cenar, porque la comida en aquel pueblo no era la mejor, y por más que le pesara admitirlo, el colegio servía manjares. Comió lo suficiente como para no aniquilar su estómago con alcohol a lo largo de la noche, mientras escuchaba en parte estupideces y otras no tanto por los compañeros que lo rodeaban en la mesa. Su mirada pocas veces se deslizaba por las demás mesas, y cuando lo hacía, nunca miraba a nadie en particular. Sin embargo, y aunque dudaba alguien estuviese haciendo su rutina de alimentarse y beber después, Hogwarts estaba en gran parte lleno de santurrones que no le llegaban ni a los pies a una serpiente como él. En ningún sentido. Tras fruncir levemente los labios, saludar con una mirada a Göran, Noah y Dugourt, se levantó de su asiento y salió de aquel apestado lugar. Se dirigió con lentitud y sin apuro a la Sala de Slytherin, vacía por el horario, y tomó una ducha. No encontraría nada bueno esa noche, pero le asqueaban aquellas ropas escolares. Lo único que llevaba con orgullo de la misma era el escudo de su casa, y ni siquiera le importaría demasiado no volver a usarlo cuando llegase el momento.

Tras vestirse con una camisa gris, pantalones negros, y una túnica del mismo color que estos cubriéndolo, tomó su varita y unas monedas de oro, para retirarse del lugar. Salir del castillo era fácil, pero no tenía ni la más mínima intención de hacer el viaje a Hogsmeade. No cuando conocía otra manera más fácil, incómoda, pero rápida. Él no la había encontrado, lo de niño explorador se lo dejaba a otro. Pero le habían dicho hacía tres años ya de un atajo en el Sauce Boxeador que daba a la Casa de los Gritos y desde ese momento había usado aquello para irse de vez en cuando. A él le servía para sus propósitos, y aquel era el punto final del asunto, no le interesaba saber porqué estaba allí. Al llegar a dicho lugar, con su varita encantó aquel estúpido árbol para que no le jodiera la paciencia mientras se acercaba finalmente al acceso de aquel atajo. El trayecto no era un lujo, pero la rapidez lo era. Finalmente, llegó al final del camino, y entró en la casa sigilosamente. Sus ojos azules se acostumbraron rápidamente a la penumbra que lo rodeaba, y por eso mismo, no fue difícil observar una luz más bien rojiza proveniente desde una habitación más allá de donde se encontraba. Probablemente en lo que una vez fue una sala de estar. Con la varita en mano, y descartando la idea de poder caminar en silencio teniendo en cuenta los crujidos que el piso haría por los años que tenía esa casa, caminó dejándose llevar por aquella luz, y no se sorprendió al encontrar una figura frente a la chimenea prendida. Pero sí quien era. Bajó la varita, y alzó sus cejas enigmáticamente. - ¿Bogdánov? ¿Qué hace una Ravenclaw como tú aquí? – Se mofó, aunque curioso por la respuesta. Se tomó unos segundos para desviar su mirada a la leña del fuego, notando que no hacía más de unos diez minutos ella se hallaba allí.
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Apenas llevaba unos minutos en esas malditas ruinas cuando el fuego por fin tomó consistencia y comenzó a desprender calor, aunque este no se extendiese por toda la estancia, al menos alcanzaba el lugar en el que la castaña se había acomodado, si así podía decirse al hecho de estar semirecostada sobre uno de los sillones que allí había. El silencio y la soledad que el lugar proporcionaba eran tan impropios y tan difíciles de encontrar dentro de Hogwarts que volvían más que coherentes, al mismo tiempo que necesarias, las horas perdidas entre esas cuatro paredes. Y ahora, más que nunca. Habían pasado ya varias horas desde que se había visto a si misma reflejada en el cuerpo de una Slytherin. Nunca antes había creído completamente en la palabra semejanza, todos eran diferentes y ella, más que nadie. A pesar de esto, bastaron dos segundos para que cobrase sentido. Quizás no fuesen iguales personalmente hablando, el escudo y los colores de cada una lo dejaba claro, pero dudaba, y mucho, que pudiese encontrar una sola diferencia entre ambas si hablábamos del físico. Era todo tan extraño como imposible. Su madre jamás le había hablado de una hermana, más concretamente de una hermana gemela, y, esta posibilidad, era la única que no carecía de lógica en su mente. Además, a todo ello debía sumársele el simple hecho de odiarla hasta el punto de desear, más que nada, matarla. Una fuerza, imposible de controlar, casi conseguía dominarla y las ganas de lanzarle un simple, pero eficaz, Avada Kedabra eran cada vez más intensas. No entendía nada, mas tampoco sabía si realmente quería llegar a entender algo. La situación y sus instintos no conseguían más que asustarla, no por simple miedo, sino por no por la impotencia de no poder luchar contra ello, pero también por no reconocerse a sí misma. Era todo tan irreal que dudaba que algún libro pudiese aclararle la más mínima de sus dudas.

Estaba tan perdida entre sus pensamientos y absurdas hipótesis que no se dio cuenta de que no estaba sola en la casa hasta que los pasos del nuevo inquilino se hicieron más ruidosos a medida que se acercaba. Estaba perdiendo cualidades, normalmente habría escuchado hasta el más mínimo movimiento, pero su mente no parecía estar dispuesta a pensar en nada más, y no sabía si esto era algo bueno, o, por lo contrario, malo. No le sorprendió al ver quién era, incluso podría decir que le sorprendería que no fuese él el que rompiese con las normas impuestas por Hogwarts. – Esperarte para cumplir mis fantasías entre estas ruinas.- Respondió utilizando el mismo tono burlón que el slytherin había usado. - ¿Qué quieres que haga, Callahan? Estar fuera de ese jodido castillo es motivo más que suficiente. – Y tanto que lo era, no es que lo odiase, pero le limitaba en exceso el encontrarse durante tanto tiempo entre las mismas cuatro paredes. Era una persona demasiado independiente y el sentimiento de dependencia que sentía, durante la etapa escolar, era insoportable. No necesitaba esas clases, no necesitaba demostrar a nadie sus conocimientos acerca de la magia y, mucho menos, necesitaba verse rodeada de imbéciles. –Y… ¿qué haces tú aquí? – preguntó. Esperaba que, al menos, tuviese un buen motivo después de tirar por la borda sus planes de estar acompañada únicamente por la soledad que quería en ese momento.
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Las veces que había terminado en aquel mismo lugar, en su mayoría habían sido para usarlo como simple atajo que era, en donde su destino residía en alguna parte fuera de los límites de la casa. Sin embargo, sí hubo veces en las que acompañado por alguien, alguna alumna del colegio de seguro, se vio en la situación de quedarse allí. El hecho de tener casi asegurado el que nadie pueda joderte o encontrarte allí, era una cualidad que no se encontraba en muchos lados. Al menos no estando en época escolar. La casa de los gritos a su pensar, estaba sobreestimada, comenzando por su patético nombre sin fundamento. Sin embargo, si lo pensaba, mejor para los demás si nadie entraba en aquel lugar. Allí mismo, donde estaba en esos momentos parado, había estado muchas veces, rodeado de mortífagos, incluido su padre y –como él-, muchos otros. Recordaba lo patético le había parecido la fachada de realizar la reunión allí, como si volviese todo dramáticamente oscuro. Mortífagos en la casa de los gritos. Un cliché. Había sentido impotencia, preguntándose seriamente en cómo había sido que años atrás, Tom Riddle, aquel asqueroso impuro que había dado comienzo a todo, junto con los demás le seguían habían fallado a dar el golpe a Hogwarts y al mundo mágico. Él realmente no lo veía tan difícil. Los alumnos en su mayoría eran mediocres, y los que sabían muchos hechizos, los habían aprendido de libros. Muchos aurores estaban en encubierto, y los que no, no tardarían en caer. Callahan no veía justa aquella futura guerra, la veía aburrida. No tenían contrincantes.

La madera casi húmeda, crujió bajo sus zapatos una vez más cuando finalmente terminó de acercarse hacia la castaña, quien se encontraba aparentemente muy tranquila semirecostada en uno de los sillones. No debía ella confirmarlo para saber que había roto su esquema. Mejor, pensó. La escuchó hablar, y ladeó su rostro a un lado mientras permitía que sus labios se curvaran a un lado, ladinos. Al menos con alguien como Katyà tenía algo de diversión asegurada. – En ese caso, espero no haber demorado demasiado y que hayas empezado sin mí. – Contestó no sin cierta altanería, mientras llevaba sus dedos hacia el comienzo de su túnica en su cuello, desprendiéndola de su cuerpo. Se giró y la lanzó sobre una pequeña mesada que aún podía mantenerse ligeramente estable. No le importó la suciedad, con un movimiento de varita más tarde la limpiaría, o podía simplemente dejarla allí. Sin embargo, sí se encargó de quitar el polvo del sillón que se encontraba frente al de la Ravenclaw, para luego desplomarse en él con indiferencia. Alzó una ceja, y relamió su labio inferior desviando su mirada al fuego de la chimenea. – Supongo tienes razón. Olvido no todas las águilas son iguales. –Susurró, mientras sentía los músculos de su cuerpo relajarse. - ¿Además de venir a saciar nuestras necesidades carnales? Lo mismo que tú. Sólo que sin un libro de por medio. – Una de sus cejas se arqueó suspicaz, mientras sus labios se curvaban nuevamente, sólo que con un matiz más enigmático.
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Sinceramente, y para ser francos, le había costado mucho llegar a una decisión con la cual se sintiese mínimamente conforme, pues a todas les acababa por encontrar simples pero inaceptables defectos que no podía permitirse. Ahora lo tenía claro, al menos eso quería creer. A primera hora de la mañana del día siguiente le enviaría una carta a su madre, si alguien podía saber lo que estaba sucediendo en torno a ella, y no exactamente a causa de cada luna llena. Esto iba mucho más allá, y la castaña lo tenía no solo claro, sino también asumido. Claro que esto resultaba obvio, al menos ante sus ojos y su forma de ver las cosas, pues había muchos magos y brujas que, desgraciadamente y al igual que ella, sufrían de licantropía pero nunca antes había oído hablar sobre instintos asesinos hacia personas cuando no se está en fase. También cabía la posibilidad de hubiese sido un sueño, es más, esta había sido la primera opción, pero también la primera en ser descartada. Si hubiese sido así, no dudaba de que lo hubiese recordado como tal y no como la cruda realidad. Se sentía patética por dedicarle tanto esfuerzo a algo de lo que no conocía absolutamente nada y, por ende, por lo que no podía hacer nada. Por ello era que no quería pensar más en este tema, mas tampoco podía evitar estar preocupada. En esta ocasión no había pasado nada, pero ¿Qué sucedería la próxima vez que se la cruzara? Iban al mismo curso, seguramente compartían alguna clase, aunque nunca antes hubiese reparado en ella, ¿Cómo narices iba a reaccionar la próxima vez? Es más, ¿qué le diría a ella? “No te preocupes, tan solo daría mi vida por acabar con la tuya, pero creo que puedo controlarlo” P-a-t-é-t-i-c-o. Debería comenzar buscando una excusa mejor, pero para hacerlo necesitaba saber de que se excusaba exactamente.

-Ni se me habría pasado por la cabeza, ya sabes, sin ti no sería lo mismo.- Respondió en el mismo tono que había usado con anterioridad, pero a diferencia, esta vez había dejado que en su rostro se formase una sonrisa ladina. – Claro que, tampoco tienes porque acelerar los hechos.- Habló de nuevo, con un deje de ironía en sus palabras, al ver como el slytherin se quitaba su túnica y la tiraba sobre una mesa, o lo que quedaba de ella. Nada de esto estaba en los planes de la castaña, no se había esperado que alguien irrumpiese su soledad, pero debía admitir que, al menos, no se aburriría. –De la misma forma que no todas las serpientes lo sois, ¿o me equivoco?- Comentó tras las palabras de Callahan. Aunque la verdad era que ni ella misma encontraba motivos por los cuales ser seleccionada para Ravenclaw. –Un libro que no sirve para nada- susurró para si misma, sin ser, en ese instante, consciente de que no estaba sola. – Vaya, espero que no se acabe convirtiendo en un lugar de reunión.- Respondió arqueando una ceja, sabiendo que si eso llegase a suceder, debería realizar algunos cambios en su rutina.
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“Deberás intentar situar el jodido movimiento oscuro en tus prioridades, Matthew. Debe ser tan importante como tu ego. Pero por sobre todo, debes ser fiel a lo que intenta mantener. Lo que representa” Las palabras de su padre de alguna manera siempre terminaban jodiéndole la paciencia, lo sacaban de sus casillas, y le hacían incrementar el fuego de la asquerosidad y repudio hacia lo que él era. Y sin embargo, recordaba todo lo que le decía. Debajo de su patetismo, hipocresía y falta de coherencia en muchas cosas, él tenía dieciocho años, su padre casi le triplicaba la edad. No podía decir que él tenía más experiencia en nada que su progenitor. Que se considerara superior era distinto. Por eso incluso aunque jamás se lo dijera, en casos excepcionales, podía llegar a coincidir en algún aspecto. El castaño no era una persona de fiar, y claramente, no era una buena persona. Sus prioridades eran superficiales, su orgullo controlaba muchas de sus decisiones, y ni siquiera él sabía cuan insensible podría llegar a ser. Por eso, y por su apellido, había sido elegido sin dudas para ser parte de aquel movimiento oscuro. Su indiferencia e incapacidad de sentir verdadera lástima, arrepentimiento o incluso vacilamiento a la hora de realizar movimientos mortales con su varita, eran solo pequeños trozos del rompecabezas que lo formaban. Era, de algún modo, la perfecta combinación. Sin embargo, su padre tenía razón en pedirle que intentara situar aquello en su lista de prioridades. No era ningún secreto que si debía elegir entre sus objetivos personales y todo aquello, mandaría a los mortífagos a pulir traseros de elfos. Aún así, que su padre se lo haya pedido, y que, de hecho él debería de hacer eso; no significaba que lo haría. Nada ni nadie estaba por encima de él.

Y con eso, me afirmas la inteligencia de los de tu casa. – Las palabras fueron ahogadas por un suspiro cansino, mientras se reacomodaba en el sillón, igualando la posición de la castaña. Volvió a desviar su atención hacia ella, con el brillo arrogante de siempre en sus ojos, y una ceja alzada enfatizando aquella cualidad. – No estaba en mis planes hacerlo, de hecho, la lenta tortura del juego previo era lo que tenía en mente. – Volvió a sonreír altivo y divertido, para luego apoyar su nuca en el respaldo. Ladeó su rostro a un lado, aún observándola, tras haberla escuchado nuevamente. Entrecerró levemente los ojos, como si estuviese pensando la respuesta adecuada. – Algunos somos mejores que otros, pero al final del día, somos de la misma jodida calaña. – Contestó con indiferencia, aunque un matiz de superioridad pudo ser encontrado en su voz. Escuchó su susurro, mas no dijo nada al respecto. Luego, si tenía ganas, vería lo que estaba leyendo. Sin embargo, sí tuvo que sonreír con sarcasmo y vanidad tras su último comentario. – Te sorprenderías. – Relamió su labio inferior, con aquella sonrisa lentamente desvaneciendo, para luego volver a entrecerrar los ojos. – Realmente me da curiosidad entender cómo puedes conformarte con un libro en este lugar un sábado por la noche.
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Debería dejar de pensar en ello, al menos hasta que llegase el momento de enfrentarlo. Esperaba que este llegase pronto, quería saber la maldita verdad, acerca de lo que estaba viviendo, de una jodida vez, no quería que le mintiesen o que se lo contasen a medias tintas, para eso, prefería seguir viviendo en la ignorancia que tanta impotencia le hacía sentir. Pero por otro lado, desconocía si, una vez llegado el momento, sería capaz de enfrentarlo como debería. La única vez que la había visto, y había sido un minuto escaso, había nacido en ella un rencor hacia su persona que nunca antes había experimentado por nadie. Si en ese momento, había deseado matarla más que nada, no sabía que podría llegar a pasar si llegase a mantener una conversación con ella. Tenía claro que, como persona moral, no quería, ni mucho menos, acabar con la vida de ningún ser humano, pero debía admitir que, en muchas ocasiones, por no decir en la inmensa mayoría, sus instintos le llevaban a hacer lo primero que se le pasase por la cabeza, sin importar las consecuencias de sus actos o, simplemente, sin pensar antes si estaba bien o estaba mal. Se odiaba por ello, pero ella no había pedido a nadie nacer bajo la maldición, pues eso era y es lo que para ella significa, de la licantropía. Lo más fácil sería resignarse, dejar que sucediese lo que tenía que suceder y punto. No creía en el destino, mas, dados los hechos, le era preferible pensar que, fuese cual fuese, el fin de todo aquello, llegaría pronto. Por el momento tan solo se dedicaría a interrogar a su propia madre, quien parecía ocultar más de lo que mostraba.

La voz del castaño la hizo regresar, de nuevo, a La Casa de los Gritos, donde su cuerpo era la única muestra de su presencia allí, pues su mente hacía tiempo que se había ido de allí. –Una supuesta inteligencia que, simplemente, vive de las glorias del pasado, no por méritos propios, ni actuales. – Respondió sin mostrar ningún tipo de sentimiento hacia su casa, hacía la que no sentía ningún tipo de aprecio especial. Simplemente había caído en ella, de la misma forma que podría haber pertenecido cualquiera de las otras tres casas. Su forma de ser no seguía los ideales de ninguna de ellas, mas tenía que ser seleccionada para una y la casa de Rowena había sido la elegida. Para bien o para mal, sus actos recaían sobre el reloj de los zafiros. – Una pena que no puedas seguir tus planes entonces.- Respondió con cierta ironía y, arqueando una ceja, tras escuchar sus palabras. No recordaba haber hablado con el slytherin antes, aún así debía reconocer que, al menos, no era ni monótono ni aburrido. – Sin olvidarse de aquellos que traicionan los colores de vuestra casa sin importarles en lo más mínimo. – Añadió sin más, a pesar de que ese tema no le interesase, ni los malos son siempre malos, ni los buenos son siempre buenos y ella lo sabía. No respondió a su siguiente comentario, pero no dudaba de que así fuese. – Quizás sea porque, lo que hay ahí fuera, ya no puede superar mis expectativas respecto a un sábado por la noche. –respondió encogiendo los hombros.
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Callahan no se había sorprendido cuando, en su momento, su padre se había decidido finalmente en hablarle sobre La Cúpula, para incluírlo a él. En un principio se había reído por el nombre, y se había burlado en la cara de Arthur cuando escuchó que él era, después del que encabezaba todo, el segundo cabecilla junto a otros tres. Nunca había dudado del poder que su apellido tenía, ni el de su padre. Este era después de todo, el Ministro de Magia Exterior de Francia. Pero sí le había sorprendido lo envuelto que estaba en el movimiento oscuro. Había aceptado, pero La Cúpula no significó ni significaba nada más para él que un atajo a sus objetivos principales. Mantenía, sí, un cierto lazo de fidelidad para con ella, y hacia los demás que le acompañaban en jerarquía. Deseaba ganar aquella próxima guerra, salir victorioso, y las demás palabrerías. Pero seguía y seguiría siendo siempre Matthew Callahan. Aquel que solo tiene un interés completo en él mismo, y que no daría la vida por un ideal. Admitía sin embargo, y sin problemas, que le excitaba bastante el pensar que para guardar las apariencias, él junto a Zana, Jeanne y Jakelyn tenían el poder de tomar decisiones importantes. Y al menos él por su parte, si algo saliera mal en el futuro, pensaba lavarse las manos y echarle la culpa a su padre. ¿A quién le creerían? ¿A un joven alumno de Slytherin, desorientado por la autoridad de su padre contra él? ¿O al Ministro de Francia, ambicioso de poder? De un modo u otro, aquello era un juego que él no perdería.

El castaño pasó su brazo izquierdo por debajo de su cabeza, para apoyar esta sobre el mismo, mientras acomodaba su cuerpo en el sillón. Relamió su labio inferior, y fijó sus ojos en el techo lleno de telarañas y suciedad antes de contestar. – No me sorprende que tu espíritu Ravenclaw no sea muy jovial. Por lo que tengo entendido, mi casa es la que tiene lo que quieres. – Dijo como si nada, claramente refiriéndose a Bacciarelli. Realmente no le interesaba su relación, pero ya que estaba allí con ella, aprovecharía para joderla en ese sentido. No estaba seguro de si alguna vez había hablado con aquella castaña, pero su personalidad un tanto oscura o misteriosa, le llevaba a sentirse a gusto, sin la necesidad de un trato ácido como usualmente tendría con otros u otras de su casa. Los cerebritos, como muchos, no eran de su agrado. – ¿Quién dijo que no lo haré? – Preguntó lentamente, y con suma tranquilidad, sonriendo al mismo tiempo que emitía aquellas palabras. Sin embargo al continuar escuchándola, sus facciones volvieron a suavizarse, y chasqueó la lengua. – A todos les llega su merecido eventualmente. Por eso no me preocupa nada ni nadie. - Y aquello era más que cierto, era un hecho. Giró finalmente su rostro hacia el lado donde ella se encontraba, y posó su mirada azul en su rostro, para afianzar lo que diría a continuación. – Te aseguro que nada de lo que hay allí afuera, supera lo que hay aquí dentro, ¿Bogdánov, cierto? – Preguntó divertido, desviando con falsa inocencia su mirada hacia la figura de la castaña.

Thread, Bits Of Life. {2}

Esta noche no sería recordada como una de las mejores y, seguramente, ese sábado iría directo a uno de los peores días que podía recordar en ese mismo momento. Lo único bueno que había sido ocurrido ese día había sido la victoria de esa misma tarde, eso y nada más, ni siquiera la noche había conseguido equilibrar el mal día, algo que la rubia había esperado que ocurriese, más que esperado, deseado. Incluso lo había tenido como algo obvio, siempre sucedía así, no importaba todo lo que le pudiese pasar a lo largo de un día, pues era algo que siempre podía arreglarse con la ayuda de una noche de sábado. Quizás no había sido una buena idea haber salido, quizás, solo quizás, debería haberse quedado en casa y renunciar a sus tan habituales salidas nocturnas, aunque fuese por una mísera vez. No intentó romper con su rutina, y aún de haberlo intentado, dudaba mucho que pudiese haberlo conseguido. Se conocía demasiado bien como para engañarse a sí misma.

Tan solo tenía 18 años, apenas hacía unos meses que había acabado sus estudios en Hogwarts y había tenido la suerte de ser seleccionada para las Arpías de Holyhead, desde que tenía uso de razón había amado al quidditch más que a su propia vida y esa oportunidad le había caído directamente del cielo. Pero, si bien era una buena golpeadora, y profesionalmente envidiable, personalmente su vida era un tanto caótica. Desde hacía tres años que estaba comprometida con un joven al que con el tiempo había aprendido a odiar, realmente él mismo había contribuido con todas sus ganas a ello. Este hecho fue más que suficiente para que la ex – gryffindor rompiese con todas las reglas marcadas por su familia, atrás había quedado su timidez, junto a su respeto hacia sus padres y sus deseos de formar una familia en un futuro. El cambio fue tan radical como inesperado para todos. Simplemente había comenzado a vivir de la noche y de los placeres que esta le ofrecía. Y ahora, era hora de pensar en, por lo menos, intentar madurar, aunque fuese tan solo por el club cuyos colores defendía cada fin de semana.

Tras varios minutos absorta en sus propios pensamientos, volvió a sentir la música de aquel local que tanto le había llamado la atención la primera vez que había ido. Por suerte, había logrado escuchar lo que el castaño había dicho, aunque desconocía si se lo estaba repitiendo o si llevaba hablando desde que se había perdido en su mundo no tan perfecto. – Ni por el momento ni en lo que queda de noche.- Respondió chasqueando la lengua, molesta en parte. Puede que fuese un incentivo a que tratase de cambiar el actual ritmo de su vida, pero no quiso pensar en ello, ya tendría tiempo para poner los pros y los contras a su vida. Arqueó una ceja al mismo tiempo que daba de nuevo un trago a su bebida, sorprendida, en parte, por las palabras de aquel joven. – Es más fácil y rápido así. – Respondió finalmente sin estar segura de que esa fuese la respuesta más idónea. “Yo a ti te conozco” Esas cinco simples palabras se repitieron en su mente como si de un eco se tratase. ¿Cómo iba a conocerla? Por Merlín que era imposible. No le recordaba de otras fiestas, aunque pensándolo bien, no tenía porque ser un muggle, algo que le desconcertó aún más. - ¿Me conoces? ¿Cómo que me conoces? … Nadie aquí me conoce…- respondió sin saber realmente que decir, a pesar de que era cierto de que nadie allí la conocía, por eso mismo era un lugar que frecuentaba tan seguido.

Thread, Crucio {1}

{ Primer Viernes de Octubre # 23:49 hrs. # 4ºC en el Exterior # Niebla }


Los cortos, pero firmes, pasos de la morena eran el único ruido que podía escucharse entre el frío silencio del castillo. No se molestó, en ningún momento, en tratar de insonorizar sus pisadas ¿para qué?, era una completa estupidez y más, teniendo en cuenta que le importaba lo más mínimo que la descubriesen o no. Como si alguna vez hubiese acatado una norma. Era viernes, pero aún así todos los alumnos se encontraban ya en sus respectivas salas comunes, al menos todos los que se encontraban tras las paredes de Hogwarts. El reloj apenas marcaba las doce menos cuarto cuando abandonó la sala común de Slytherin para dirigirse a los exteriores del castillo.

Tenía absolutamente toda la noche por delante, varias horas en las que podría practicar cualquier tipo de arte oscura sin que ningún mocoso se metiese de por medio y, de paso, sin que ningún prefecto descontase considerablemente puntuación a su casa. Pues, a pesar de ser bastante independiente, por no decir que era una joven completamente independiente de los demás, deseaba que la casa de la que tan orgullosa estaba ganase la copa ese curso, su último curso en Hogwarts, que, por cierto, ya era hora de salir de ese castillo el cual no le servía para nada, pues hacía tiempo que las enseñanzas allí impartidas se habían quedado cortas, o bien porque Zana ya lo sabía, o bien porque no le importaba en lo más mínimo ni le serviría en su futuro como mortifaga. Si por ella fuese, ese año no habría asistido a Hogwarts. Sin más pérdidas de tiempo, abrió la puerta que daba a los terrenos y la cerró de nuevo tras ella una vez la cruzó.

Caminó bajo la luz de la luna sin más iluminación que la de esta misma, tampoco necesitaba más, conocía el recorrido mejor que la palma de su mano, podría llegar a los límites con el Bosque Prohibido sin abrir tan siquiera los ojos. Se arrepintió de no haber cogido una de sus capas, el frío del mes de octubre no era, ni mucho menos, agradable ni aceptable, pero regresar a por un trozo de tela no llegó a ser una opción, sino una pérdida de tiempo adicional con la que no había contado, y por ello, la desechó tan pronto como apareció en su cabeza. No tardó en llegar al lugar deseado y mucho menos en adentrarse en el bosque. Varita en mano, dedicó unos minutos a pensar por donde comenzar, y fue más fácil de lo que esperaba. En cuestión de segundos se encontraba apuntando al frente, donde había escuchado unos pasos.

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Muchos eran, por no decir todos, los que la odiaban y pocos, tan pocos que podían contarse tan solo con los dedos de una mano, los que no mostraban ese sentimiento hacia la castaña. No le importaba, nada le importaba en realidad dentro de ese maldito colegio el cual esperaba abandonar pronto para poder servir con total libertad al bando por el cual daría la vida en cualquier momento, sin pensárselo tan siquiera dos veces. En realidad, no sabía exactamente cuál había sido el momento en el que había decidido entregarse tan completamente a el bando oscuro, al bando que tiempo atrás había liderado Lord Voldemort. Tsé. No se podía comparar. Ella jamás habría servido a semejante ser, por cuyas venas ni tan siquiera corría sangre pura. En cambio, nunca había dudado a la hora de alistarse como neo-mortífaga. Sin duda, todo sería diferente en esta ocasión.

Sin duda, todo sería diferente en esta ocasión. No habría errores, no se dejarían engañar por un imbécil con una cicatriz que le cruzaba la frente. Nadie podría evitar lo que estaba por suceder, tan solo el tiempo podía dar y quitar la paz que reinaba en el mundo mágico, al menos en parte, pues las desapariciones, habían comenzado de nuevo. Y no pasaría mucho tiempo hasta que los primeros alumnos comenzasen a desaparecer, al igual que ciertos miembros del ministerio que llevaban semanas en el punto de mira. Sería divertido.

Mientras que la mente de la slytherin divagaba, la figura que le había hecho alzar la varita de forma instintiva se acercaba, no había logrado observarla lo suficiente como para distinguir su rostro y tampoco habría podido, pues se había ocultado entre las sombras. – Oh vamos, de haber querido ya me habrías matado, no vengas con misterios ahora. – Habló sin más, dejando que su mano derecha, con la cual sostenía su varita, cayese hasta posarse sobre su cintura.


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La mirada de la morena se posó sobre el cuerpo de la joven cuando esta avanzó unos pasos hacia ella. La conocía, claro que la conocía. Jakelyn Hyke. Slytherin, de su mismo curso, pero lo más importante. Neo-mortífaga. Había coincidido con ella varias veces fuera del castillo, concretamente en las reuniones que, los padres de ambas junto con el padre de Matthew Callahan, mantenían en algún rincón de La Casa de los Gritos. No eran amigas, más bien simples conocidas. Que compartiesen unos ideales y una misma forma de ver enfrentarse a los hechos no implicaba, ni mucho menos, que Zana sintiese la necesidad de forjar una amistad. Claro que, ni con ella, ni con nadie. Era demasiado suya como para sentir algún tipo de lazo con otros. Realmente era complicado llegar a conocerla lo suficiente como para que pudiese considerar a alguien amigo, claro que, lo complicado está en que ella misma de deje conocer.

Tienes razón, un crucio habría sido más divertido. Perdona mi descuido.- Respondió, dejando entrever en su tono un deje de ironía mezclada con cierta burla. Mas tuvo que darle la razón ante sus siguientes palabras. – Claro que es más placentero, y más divertido también. – contestó reviviendo en su mente la cara del último muggle que había caído muerto tras haber sido asesinado por ella. – Aunque, realmente, lo más placentero son las suplicas y el inútil pensamiento de poder sobrevivir. – Añadió, más para si misma que para su compañera de casa.

-Simplemente pretendía pasar la noche haciendo algo…- comenzó a hablar, buscando la palabra adecuada a lo que ella quería responder.- ¿útil?.- añadió finalmente, guardando su varita en el bolsillo trasero de sus pantalones vaqueros. Odiaba el uniforme del colegio, y por ese mismo motivo se lo cambiaba por cualquier otra cosa en cuanto le era posible. Incluso, al punto de asistir a las clases, si es que se dignaba a hacer acto de presencia, con cualquier otra prenda que no fuese esa estúpida falda hecha por y para jóvenes virginales que, de esto último, tenían bien poco. Sencillamente no iba con ella, y si a alguien no le gustaba, bien podía mirar hacia cualquier otra parte, que ella ya habría hecho eso mismo mucho antes.

Thread, Saltandome las clases {1}

ZAHRAE.

El molesto despertador fue tirado al suelo por una rubia que se negaba a mover su cuerpo de la cama y mucho menos a levantar la cabeza de la cómoda almohada. Una vez el ruido que ese estúpido objeto muggle emitía dejo de sonar, la joven dio media vuelta y, acomodándose nuevamente, se volvió a dormir. Sin importarle que en menos de media hora tuviese clase de pociones. ¿Para qué ir? Siempre era lo mismo, pociones insulsas e inservibles que no tenían otra utilidad más que la de demostrar al profesor que habías estado atento durante las clases, y para eso, no le hacía falta asistir a ninguna de las clases, su madre ya se había encargado de darle una educación excelente en base a la magia, remarcando siempre la defensa contra las artes oscuras y, cómo no, las propias pociones. Y por ese mismo motivo sus notas en dichas asignaturas eran envidiables. ¿Lo mejor? Ver como todos aquellos que, realmente se molestaban para sacar una buena nota, la envidiaba por poder hacerlo sin prestar algún tipo de atención.

Casi dos horas después, Zahr se despertó, tranquila, como siempre, sin darse prisa en llegar a la siguiente clase, incluso se planteaba el hecho de no asistir, ni a la siguiente ni a las próximas. Una sarcástica sonrisa se formó en su rostro, dando a entender que había elegido la segunda de las opciones. Además, los puntos que su casa ganase o dejase de ganar no le importaban en lo más mínimo, por ende, tampoco le importaba si algún profesor la encontraba deambulando por el castillo y le descontase puntos a la casa de Salazar. Con una calma abrumadora, se levantó de la cama, sentándose sobre la misma mientras que con la mirada buscaba su uniforme. Cuando finalmente lo encontró, se puso de pie y se dirigió a la silla donde lo había dejado la noche anterior, y, manteniendo el mismo ritmo en sus movimientos, se vistió.

Una vez estuvo lista, salió del cuarto para después abandonar la sala común, la cual, a esas horas, estaba completamente vacía. Ya podía ser así más a menudo, pensó. Cruzó varios pasillos y abrió otras tantas puertas, no tenía claro donde iba, mas tampoco tenía un destino pensado. Lo único que si sabía era que no se aproximaría lo más mínimo a ningún aula. Subió a la segunda planta en cuanto tuvo las escaleras frente a ella. No se molestó en mirar en qué lugar la dejaban, simplemente cuando la propia escalera paró frente a una puerta, la abrió, y entró. No recordaba haber estado allí antes, aunque no podía estar cien por cien segura pues era un sencillo pasillo y, de esos, había demasiados en el castillo. Iba a abrir una de las puertas cuando escucho la puerta por la que había entrado, y la cual había vuelto a cerrar, se abrió.

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MATTHEW.

Pociones. Qué patético desperdicio del tiempo. Humitos de colores deslizándose por los contornos de los calderos, olores más desagradables que el del trasero del profesor, y frustraciones por parte de aquellos idiotas que no lograban realizar la poción del día. A él no le costaba aquella asignatura, realmente ninguna lo hacía, pero aquella en particular le parecía completamente inútil. No le vería nunca la gracia. Cualquier pócima necesaria, se podía fácilmente adquirir en cualquier local, ya sea de magia común, o de magia negra. Personas como Callahan tenían acceso a ambas, incluso más a la segunda que a la primera. Él no gozaba de paciencia para nada, mucho menos para ese tipo de cosas. Después de todo, las pociones que realmente valían la pena tener, eran las que más tardaban en realizarse. Y no eran días, ni siquiera semanas. Meses. El solo hecho de pensar en esperar tanto para un jodido líquido, le ponía de mal humor.

Si bien el castaño no era de esos que asistían regularmente a las clases, sino todo lo contrario, aquel día se levantó con el objetivo de ser casi un perfecto Ravenclaw ejemplar. La idea de mandar todo a la mierda y quedarse en su cama, había sido más que tentadora, una opción. Pero hacía varios días que sus inasistencias diarias se habían vuelto costumbre, en parte por no tener ganas de ir, y por otro lado, gracias a llamados constantes de los neo-mortífagos para informarle de acontecimientos actuales, o futuros que cambiaban constantemente para evitar alguna brecha de salida de información. Después de todo, los errores que se cometieron años atrás, con el asqueroso Riddle liderando, no serían cometidos de nuevo.

Así había pasado aquella mañana, sentado en su silla, en momentos serio, en otros simplemente jodiendo a quién quería joder, y cuando debía, haciendo lo que el profesor dictaba. Se mordía la lengua y apretaba levemente los dientes de vez en cuando para evitar levantarse y largarse del lugar constantemente. Por eso, no lo pensó dos veces cuando diez minutos antes que termine la última clase de aquella mañana, tomó sus cosas y salió por la entrada sin más. Ya había hecho su buena acción del día, que no le jodieran. Instintivamente, sus pies comenzaron a desacelerarse a medida que caminaba y subía las escaleras. No tenía un punto de lugar al que quería ir, simplemente aprovechar el silencio y tranquilidad por unos instantes. Se abrió paso cuando la escalera se detuvo frente a una puerta, y entró por la misma sin siquiera ver en qué piso estaba. Antes de siquiera amoldar su vista al lugar, sus ojos se desviaron instintivamente a una figura cercana. - ¿Zahr? – Preguntó divertido, mientras cerraba la puerta detrás de sí, sin apartar su mirada de ella.
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ZAHRAE.

La slytherin dio unos pasos hacia la derecha y abrió una de las múltiples ventanas que recorrían todo ese lateral del pasillo. Tan pronto como la abrió una ola de frío entro al interior, logrando que un escalofrío recorriese su piel al contacto con el aire del exterior. Mas esto no le importó en lo más mínimo. Estaba más que acostumbrada a los constantes cambios de temperatura existentes entre la tierra y el agua. Apoyó los codos sobre el alfeizar de la ventana, dejando que el viento chocase contra su rostro e hiciese ondear su rubio cabello. No le importaba demasiado quien había entrado allí, cualquier Hufflepuff en busca de la enfermería seguro. Fue por esto que le sorprendió que fuese Callahan quien entrase por esa puerta, aunque, tampoco era de extrañar. Giró levemente su rostro, para así poder posar su mirada sobre el castaño, pero sin mover un solo milímetro su cuerpo, el cual aún se encontraba recostado contra la pared y el alféizar. De haber sido otro quizás hubiese hecho mención a que las clases aún no habían acabado, a pesar de ser ella la primera en no asistir a ellas. - ¿Vienes a hacerme compañía, Callahan? – Preguntó divertida, antes de volver su mirada al exterior del castillo.

Aspiró el aire, sintiendo como las insignificantes e invisibles partículas de agua que había en el mismo le hacían desear tirarse al lago en ese mismo instante. Pero más que un deseo, era una necesidad, de la cual no se había percatado hasta ese momento en el que sintió el agua con más intensidad que otras veces. Realmente estaba extrañada por esto, siempre había podido sentir el agua que contenía el aire, pero jamás de esa forma, a no ser que se encontrase cerca de ríos o mares. Fue por eso que se puso de cuclillas sobre el suelo y, apoyando sus manos en el alféizar, sacó, casi literalmente, la cabeza por la ventana. El lago se encontraba en ese lado del castillo. Lógico. Se mordió el labio inferior intentando contener las ganas de tirarse desde ahí mismo, aún sabiendo que el lago se encontraba cientos de metros más allá. Podría decirse que las suaves olas la habían hipnotizado por completo desde el mismo instante en el que había posado sus castaños ojos sobre el mismo.

Giró su cuerpo 180 grados, sin haberlo pensado demasiado con antelación, necesitaba apartar la mirada del lago o pasaría mucho tiempo hasta que se viese entre sus aguas. Y eso era lo que menos quería en ese momento, pues el tiempo pasaba demasiado rápido si se encontraba en cualquier superficie liquida, tan rápido que las horas perdían sentido para ella. Podían incluso pasar días y ella no se daría ni cuenta, al menos no hasta que alguien le recordase el día en el que vivía.
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MATTHEW.

Era bastante usual en Matthew deambular constantemente por el Castillo. Cuando no tenía tiempo libre para hacerlo, lo creaba. No porque le pareciera divertido, ni porque no tuviese otra cosa que hacer. Pero la verdad era que incluso a pesar de que deseaba internamente ver arder Hogwarts, con varias –por no decir casi todos- personas dentro, tenía una arquitectura bastante peculiar, y demasiados lugares deshabitados que lograban llamar su atención. Pasadizos secretos, elementos mágicos guardados en habitaciones aisladas, pergaminos, libros de magia negra nunca antes vistos. ¿Quién sabe qué cosas se podían encontrar en los rincones más apartados? Y por supuesto que, además de aquel incentivo curioso, el silencio y tranquilidad eran dos factores que parecían tomarlo de las muñecas y arrastrarlo dentro. Y es que él era un rompecabezas que jamás sería comprendido, ni armado. El problema radicaba en que era tan complicado, que ni siquiera tenía todas las piezas para poder hacerlo. En momentos puede desear con todas sus fuerzas el silencio, callar lo que lo rodea sin pensarlo, como luego necesitar juerga descontrolada. Sin embargo no se consideraba demasiado bipolar. Él estaba más allá de eso.

Las palmas de sus manos cerraron la puerta detrás de si, logrando que al hacerlo, un ruido seco se deslizara por aquel lugar. Había cierta cantidad de polvo en el suelo, por lo que el propio aire que expulsó el movimiento de la puerta, corrió una fina capa grisácea hacia irregulares direcciones. No estaba demasiado oscuro dentro, incluso a pesar de que todas las ventanas estaban cerradas. Pero la luz era templada, y dejaba algunas zonas más tenues que otras. Observó en silencio como la Slytherin se encargaba de abrir uno de los ventanales, y tan pronto como lo hizo, e incluso casi al mismo tiempo de que el viento movió sus cabellos castaños, este logró llegar hasta él. Callahan llevó sus dedos hacia la corbata verde y plateada que rodeaba su cuello, y se había encontrado aprisionando la tela de su camisa blanca. – ¿Qué puedo decir? Me gustan las menores. – Contestó de la misma manera en la que ella le había preguntado.

Sus ojos azules se fijaron en el lugar donde ella se encontraba, mientras terminaba de quitar la corbata con una de sus manos, y acomodaba la mochila que se encontraba aún en uno de sus hombros. Se acercó entonces, luego de despeinar su cabello por inercia. – Asumo que te estás portando mal, y has faltado a clases. Qué decepción. – Susurró una vez estando a su lado, y dejando que sus labios se curvaran levemente, mientras observaba los paisajes que ofrecía aquella vista. No le movían un pelo, ni el lago, ni los árboles, ni nada de ahí abajo. Pero sentir el aire frío de otoño era bastante satisfactorio. Al menos para él, siendo de sangre fría.
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ZAHRAE.

Ciertamente, la castaña se sentía encerrada tras las paredes del castillo, si bien no extrañaba nada del exterior, tampoco se sentía cómoda pasando más de tres cuartas partes del año en Hogwarts. Le limitaba en exceso, más de lo que podía soportar, a pesar de que la presencia de Lara ayudaba más de lo que podría haber esperado, no era lo suficiente como para sentirse completamente bien en Hogwarts. Ella necesitaba libertad, su propia esencia era tan libre como el aire y ella, no podía hacer como si nada de esto sucediese. Pues las náyades eran de por si almas puras y libres. Claro que, la joven slytherin tenía menos de pura que una virgen de zorra. Y lo peor, aún le quedaba ese año, y el siguiente. Al menos, si se dignaba a aparecer por allí el próximo año en lugar de recibir las clases en su casa. Sin duda, esa había sido la opción que, desde un principio, no debía haber rechazado. Por más que le jodiese admitirlo, su madre había tenido razón, pero era demasiado orgullosa como para admitir que se había equivocado. Era por eso, y por poco más, que aún seguía bajo el techo de ese maldito castillo.

Rió débil y apenas visiblemente cuando el castaño respondió a lo que ella había dicho unos segundos antes. Mas no dijo nada, no había necesidad de ello. Aun habiendo utilizado el término de menores y siendo que tan solo les separaba poco más de un año. Posó su mirada en su rostro, debía reconocer que le agradaba su compañía, y eso era algo que podía decir de pocos, muy pocos en realidad. Con ayuda de su mano derecha apartó un fino mechón castaño, que acababa de dejarse caer sobre su rostro, el cual colocó de nuevo en su lugar. No es que le importase demasiado el ir o no bien peinada, pero no soportaba tener el cabello sobre su rostro. Realmente era algo que odiaba. Observó como el slytherin se deshacía de su corbata y acomodaba su mochila. Para después recorrer su cuerpo con su mirada, sin tratar de ocultar lo que estaba haciendo. ¿Para qué? Sería una tontería negar que le atraía. Y ella no hacía tonterías.

-Puede que me esté portando mal, pero tú te estás portando aún peor.- respondió permitiendo que en su rostro se formase una leve sonrisa. – Faltar a clase, está mal, pero venir aquí, para exhibirte ante una joven e inocente alumna de sexto está peor. – añadió sin dejar de sonreír y con un deje de ironía en sus palabras, recalcando sobre todo la palabra inocente, realmente no sabía como había podido pronunciarla sin reírse por ello.
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MATTHEW.

Callahan tenía una reputación en el castillo, que no le iba ni le venía. Ser mujeriego, un Don Juan, o como quieran llamarle al tener facilidad para relacionarse con las mujeres, era un hecho del que todos parecían estar al tanto. Por momentos le causaba gracia, por otros le subía el ego, pero constantemente le causaba indiferencia. Lo que él hacía de puertas para adentro no era ningún secreto, así tampoco como que la mayoría de las mujeres o jóvenes con las que se había acostado, eran zorras. El cerebro nunca había sido un factor que le importara demasiado cuando llegaba el momento de acostarse con quien fuese. Matthew siempre veía al sexo como lo que era, una necesidad carnal que daba placer, y nada más. Claro que, a pesar de todo, incluso él tenía preferencias de vez en cuando. Por que lo cierto es que las mujeres fáciles iban y venían, y había miles de ellas. No estaría siendo egocéntrico, sino realista, si diría que nunca había tenido dificultades con las mujeres. Por eso aquellas que o le odiaban de por sí, o no sentían la necesidad de tirarse sobre él desde el primer momento, eran las que le llamaban la atención.

El frío viento que entraba por la ventana que Zahr había abierto, se encargó de golpear su rostro y revolver levemente su cabello una vez terminó de situarse a su lado. Era cierto que compartía poco y nada de tiempo con aquella joven en Hogwarts. Después de todo, él estaba en séptimo y al estar ella en sexto, lograba que no coincidieran casi nunca en horarios de clases. En la Sala Común podía cruzarla de vez en cuando, pero ninguno se detenía tampoco a hablar con el otro. Se podría decir que al castaño le atraía más la idea de encontrarla como lo había hecho ese día, en vez de crear una conversación en un lugar concurrido. Simplemente porque había algo en la Slytherin que le atraía, como si fuese un misterio sin resolver, y quería tenerla para él solo para poder descifrarla.

Matthew sonrió de medio lado con arrogancia, mientras desviaba su mirada del lago para fijarla en la de la castaña. – No tienes idea de cuán mal me puedo portar, Kuypers. - Dejó la mochila tirada a un lado de forma lánguida, para luego apoyar su hombro contra el umbral de la ventana, dejando de ese modo que su cuerpo enfrentara la dirección en la que ella se encontraba. – En todo caso no es mi culpa. Todo depende de lo que mis acciones provoquen en esa alumna.- Alzó sus cejas enigmático, con la sonrisa ladina aún en sus labios.

Thread, Expulsada. {2}

JEANNE.

Era fácil poner especial atención cuando se trataba de asignaturas que realmente llamaran tu interés. Más el día de hoy no estaba con los suficientes ánimos como para aguantar dos horas seguidas de Pociones junto a las águilas. Había dormido bien, no podía negarlo, pues una pequeña travesura en la enfermería le permitió obtener un par de pociones del sueño que hicieron que durmiera por horas y horas como un angelito. Más entró a clases y aún parecía sentir un pequeño síntoma de sueño o cansancio como si aún no se acabara del todo, la esencia adormecedora de la poción. Es por lo mismo, que gran parte de la mañana no tomó suficiente atención en clases y ya para cuando tocaba la clase de Pociones, sus ánimos no eran los mejores. Aprovechó un pequeño revuelo de clase para pedir permiso al profesor, por no sentirse bien.

Es bueno llevarse bien con él. Salió y vio como la rubia que habían echado, se había ido por el camino contrario. Ella, en cambio, fue a dejar sus cosas a la sala común que le quedaba cerca, para después pasear por los jardines un momento. Es tan cómodo como para soportar los pocos rayos de sol de la tarde. Así, cuando se encontró ya fuera, notó la escena que seguramente la entretendría hasta la hora de la cena. Se sacó los zapatos para sentir el césped en sus pies descalzos y se apoyó en el mismo árbol que la rubia águila se apoyaba. Su silencio caminar, generalmente hacía que ella pasara desapercibida hasta el momento en que sus palabras salían. – Nunca había visto a una Águila Rebelde. – Soltó de pronto, sonriendo como pocas veces lo hacía. Tal vez era porque había dormido bien, que andaba de buenos ánimos al sentir el viento en su rostro. Realmente quienes la conocen tienen razón al decir que es una bipolar.


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RAIKA.

Estaba frustrada, demasiado para ser ella. No solo un imbécil con coeficiente intelectual cero, o inferior, había contribuido, seguramente, gratamente a su expulsión de la última clase del día. Además, había logrado enfadarla de tal manera que, habiéndose alejado del problema, también llamado slytherin carente de neuronas, y estando sola, a excepción de algún que otro alumno que deambulaba por los jardines después de haber faltado a alguna clase, no era capaz de evitar seguir pensando en ello, y en las palabras del joven. Si, era cierto que su sangre no era completamente pura, pero también era cierto que ella podría llegar a ser mucho mejor bruja de lo que ese imbécil sería nunca. Acabaría como la mayoría de su casa, sirviendo a cualquiera que prometiese una limpieza de sangre. Títeres, eso eran. Se jactaban de su linaje, de sus riquezas, de todo lo que poseían y la facilidad con la que lo conseguían. Pero no dejaban de ser títeres que dependían de un mago o bruja aún más bobo que ellos mismos. Patético.

Enfadada, ya no solo con aquel chico, sino con ella misma también, tiró el libro a su lado. Ya había quedado claro que el punto del día no eran los estudios, lo mejor era rendirse, se ahorraría aún más dolores de cabeza. Pensó en irse a la sala común, no le vendría mal dormir unas horas, aunque tuviese que saltarse la comida, pero una voz femenina sonó por encima de ella. Posó su mirada sobre la joven, a la cual reconoció al instante, habían compartido la última clase, o, al menos, el tiempo que la rubia estuvo en la misma. Otra Slytherin. – Quizás nunca te has molestado en conocer a otras águilas.- Respondió con simpleza, tratando de no mostrarse molesta con ella. Podía ser otra serpiente, mas aún así, y hasta el momento, no le había hecho nada. Y no sería ella quien cambiase eso.