jueves, 27 de enero de 2011

Halloween. Raika & Fred {1}

Frederick llevó ambas manos a su cabello, despeinándolo, para luego dejar sus manos allí, estirando sus brazos. Observó el reflejo de su figura en el espejo de su habitación, y negó lentamente con la cabeza mientras sonreía. Odiaba disfrazarse. Tampoco es que lo hiciese tan a menudo como para realmente hacerlo, pero se sentía bastante estúpido. Además había pasado la última hora bromeando y riéndose a carcajadas con los compañeros de habitación, al mezclar partes de disfraces con otros. Ahora que veía su disfraz entero, le parecía bastante soso, pero tampoco le iba a dar mucha importancia. Desde hacía unos días que podía sentir los nervios florecer en su estómago cada vez que había pensado en esa noche. Iguales a los que había sentido aquella madrugada en el Campo de Quidditch. Y es que lo que iba a hacer, no lo había hecho en su vida, e incluso a pesar de tener esperanzas en que todo saliera bien, no podía evitar sentirse nervioso por ello.

Una vez bajó los escalones, buscó con la mirada a la rubia, incluso a pesar de que habían quedado en encontrarse allí. Sin querer esperar más para verla, salió del lugar y del castillo, para trasladarse en uno de los carruajes a la Casa de los Gritos. Una vez allí, tuvo que entrecerrar un poco los ojos para acostumbrarse a la oscuridad dramática que el decorado poseía dentro. Había estado pocas veces en aquella casa, pero el cambio era increíble. Realmente se habían esmerado. Sin embargo, al subir las escaleras, en vez de continuar admirando la decoración, tuvo que inevitablemente, admirarla a ella. Se acercó a Raika por detrás, y pasó sus manos por su cintura. – Te extrañé. – Susurró antes de depositar un beso en su cuello, y sonreírle mientras ella se giraba. De hecho, a pesar de no haberla visto por tan solo unas horas, sí lo había hecho.

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Las últimas horas habían pasado demasiado lentas para la rubia, tanto, que creía que jamás llegaría la hora en la que tuviese que salir del castillo para ir a La Casa de los Gritos en uno de los múltiples carruajes que el colegio había puesto a disposición de todos los alumnos interesados en asistir a la fiesta de Halloween. Hacía varias semanas que había elegido el que sería su disfraz, en realidad, su hermana había sido la que lo había elegido para después enviárselo desde Alemania. No es que le llamase demasiado la atención disfrazarse, es más, creía que esa actividad debería quedar para los más pequeños, pero no podía negarse a una noche diferente ofrecida por los profesores encargados de dicho evento. Siempre sería mejor que quedarse en la habitación o en la sala común. Aunque, no le importaría lo más mínimo quedarse allí si Fred la acompañase.

Casi habían pasado dos meses desde aquella madrugada en el campo de quidditch, y a pesar del tiempo transcurrido aún no se acostumbraba por completo a los cambios, simplemente, había momentos en los que aún creía que todo era fruto de un sueño. Por este mismo motivo, un escalofrío, tan común ya para ella, recorrió su cuerpo cuando sintió como el castaño la rodeaba por la cintura. No pasó mucho hasta que girase su cuerpo para quedar frente a él. – Yo también.- Respondió al mismo tiempo que una sonrisa completa se formaba en su rostro. Apoyó sus manos sobre sus hombros, sintiendo como si en cualquier momento pudiese explotar de felicidad.

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Había días, en los que no podía evitar recordar cómo era todo antes. De hecho, miraba hacia atrás, se concentraba en todos los detalles que tan de memoria recordaba de aquella madrugada, y seguía sin creer que todo eso había pasado. Como si se hubiese levantado dormido hacia las cocinas, y hubiese imaginado todo lo sucedido desde el momento en que buscó algo para comer a aquellas horas, en adelante. Sin embargo, cada vez que bajaba las escaleras de la sala común, y se encontraba con ella allí, o cuando se cruzaban en los pasillos, e incluso en los entrenamientos de Quidditch, eran constantemente una confirmación de sí había sucedido, y que ella le correspondía. Por eso también se sentía un poco bobo al sentir nervios de su respuesta aquella noche, cuando llegara el momento, o cuando él sintiera que era el momento oportuno de preguntarle lo que había rondado en su cabeza las últimas dos semanas.

Rozar su piel seguía provocándole aquel recorrido de electricidad por su cuerpo, incluso en esos momentos. Cuando se giró, y la escuchó al mismo tiempo, no pudo evitar tener que recordarse como respirar. Volvió a sonreírle, sintiéndose el más afortunado del mundo por ser el que recibía aquellas palabras. – Estás.. romanamente hermosa. – Dijo con la sonrisa aún en sus labios, bromeando, pero al mismo tiempo diciendo nada más que la verdad. De todos modos, y sabía que no solo a sus ojos, ella podría vestir lo que fuese, que continuaría siendo la única que él podría mirar como lo hacía. - ¿Hace mucho llegaste? – Preguntó mientras pasaba sus brazos nuevamente alrededor de su cintura, solo para acercarla más a él.

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Los dos últimos meses parecían apenas un par de semanas. El tiempo había comenzado a correr de forma estrepitosa desde aquella madrugada de principios de Septiembre. La rubia aún recordaba, además, el día en el le había contado todo a Cels, y como, a pesar de estar en la enfermería, le había interrogado como si de un policía muggle se tratase. Y como olvidar aquella noche en la que absolutamente todo había dado un giro de ciento ochenta grados. Lo que en un principio parecía quedarse en una noche en ya no podría más, se había convertido en el día que no podría olvidar ni aunque mil hechizos desmemorizantes cayesen sobre ella. Había tardado demasiado tiempo en aceptar sus sentimientos hacia el castaño, y ahora, se sentía una estúpida por haber esperado tanto.

No pudo más que sonrojarse al escuchar las palabras de Frederick, a pesar del tiempo, y, presentía, que por más meses que pasasen, esto era algo que no iba a cambiar por más que ella tratase o quisiese. –Tú lo estás más.- respondió sonriendo, trazando con sus manos los diferentes relieves de su disfraz. Sencillamente no podía ser más perfecto. Automáticamente volvió a posar sus manos sobre sus hombros en cuanto sintió como el castaño le rodeaba nuevamente por la cintura. – Unos minutos nada más.- respondió para después simplemente rozar sus labios con los suyos. Acto que volvió a llevar a sus mejillas un tono carmín. Aún no se acostumbraba al hecho de poder besarle, y menos ante medio colegio, pues sentía que todas las miradas se posaban en ella y, varias de ellas, cargadas de rencor hacia su persona.

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La verdad es que estaba seguro de que el castillo en general, incluyendo a los alumnos, profesores, directivo, e incluso también los fantasmas, habían estado necesitando un respiro como el que aquella fiesta traía consigo. Como todos de seguro habían hecho, las noticias o chismes de lenguas agrias ya hablaban de un nuevo Voldemort, como años atrás. Él no lo quería creer. Al menos, no creía que fuesen tan idiotas como para tratar de nuevo. El solo hecho de pensar que una nueva guerra podría avecinarse, le incomodaba y perturbaba demasiado. Y ni siquiera se atrevía a pensar en algún daño que Raika pudiese sufrir. Por más mínimo e insignificante este pueda ser; Aquello sería simplemente, demasiado como para siquiera pensarlo.

El castaño observó, incluso con la oscuridad y luces del lugar, como un color carmín se apoderaba del color natural de las mejillas de Raika. Era algo en ella que particularmente, como todo en realidad, le parecía demasiado adorable, y le arrancaba una sonrisa completa. Al escucharla bajó la vista, e inhaló aire, siendo su turno de incomodarse por sus palabras. – Si, bueno.. – Susurró por lo bajo, antes de volver a alzar su mirada a su rostro. Los brazos de la rubia volvieron a situarse en sus hombros, y él se dio el lujo de aprovechar aquel movimiento para hacer desaparecer los centímetros que habían entre ellos. – Es bueno saber que no estuviste demasiado tiempo sola, como para tener que disputarme con otro romano el acompañarte esta noche. – Bromeó sobre sus labios, luego de que ella los rozara con los suyos. Raika volvió a enrojecerse levemente, y Frederick no pudo evitar volver a sonreír antes de finalmente
besarla.

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Lo cierto era que, a pesar de lo que pudiese llegar a opinar acerca de disfrazarse o no, había esperado que esa noche llegase durante los últimos días. Pues, el hecho de que Frederick fuese su pareja, no hacía más que cambiar todo lo que la rubia pensaba sobre Halloween. Sabía que no hacía falta nada de aquello para pasar tiempo con él, pero si había algo que Raika odiase, era a todas aquellas chicas, fuesen de su casa y curso o no, que se le acercaban con intenciones completamente diferentes a las que aparentaban. No es que fuese celosa, no en exceso al menos, pero, a pesar de no tener nada serio con el castaño y no tener motivos para ello, no podía evitar sentir rencor hacia todas esas chicas.

-Si bueno nada. – Susurró con una sonrisa en sus labios. Ya podrían haber ido todos los alumnos con ese mismo disfraz, que ninguno habría tan siquiera podido competir con el castaño. En realidad, no había ningún alumno al que Raika pudiese mirar como al Ravenclaw. Ni aunque quisiese, no podría. –No querría estar con ningún otro esta noche. – logró pronunciar antes de que Frederick la besase. Ni esa noche, ni al día siguiente, ni al siguiente. Pensó, entrelazando sus manos tras su cuello y enredando sus dedos en su cabello.


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