{ Primer Viernes de Octubre # 23:49 hrs. # 4ºC en el Exterior # Niebla }
Los cortos, pero firmes, pasos de la morena eran el único ruido que podía escucharse entre el frío silencio del castillo. No se molestó, en ningún momento, en tratar de insonorizar sus pisadas ¿para qué?, era una completa estupidez y más, teniendo en cuenta que le importaba lo más mínimo que la descubriesen o no. Como si alguna vez hubiese acatado una norma. Era viernes, pero aún así todos los alumnos se encontraban ya en sus respectivas salas comunes, al menos todos los que se encontraban tras las paredes de Hogwarts. El reloj apenas marcaba las doce menos cuarto cuando abandonó la sala común de Slytherin para dirigirse a los exteriores del castillo.
Tenía absolutamente toda la noche por delante, varias horas en las que podría practicar cualquier tipo de arte oscura sin que ningún mocoso se metiese de por medio y, de paso, sin que ningún prefecto descontase considerablemente puntuación a su casa. Pues, a pesar de ser bastante independiente, por no decir que era una joven completamente independiente de los demás, deseaba que la casa de la que tan orgullosa estaba ganase la copa ese curso, su último curso en Hogwarts, que, por cierto, ya era hora de salir de ese castillo el cual no le servía para nada, pues hacía tiempo que las enseñanzas allí impartidas se habían quedado cortas, o bien porque Zana ya lo sabía, o bien porque no le importaba en lo más mínimo ni le serviría en su futuro como mortifaga. Si por ella fuese, ese año no habría asistido a Hogwarts. Sin más pérdidas de tiempo, abrió la puerta que daba a los terrenos y la cerró de nuevo tras ella una vez la cruzó.
Caminó bajo la luz de la luna sin más iluminación que la de esta misma, tampoco necesitaba más, conocía el recorrido mejor que la palma de su mano, podría llegar a los límites con el Bosque Prohibido sin abrir tan siquiera los ojos. Se arrepintió de no haber cogido una de sus capas, el frío del mes de octubre no era, ni mucho menos, agradable ni aceptable, pero regresar a por un trozo de tela no llegó a ser una opción, sino una pérdida de tiempo adicional con la que no había contado, y por ello, la desechó tan pronto como apareció en su cabeza. No tardó en llegar al lugar deseado y mucho menos en adentrarse en el bosque. Varita en mano, dedicó unos minutos a pensar por donde comenzar, y fue más fácil de lo que esperaba. En cuestión de segundos se encontraba apuntando al frente, donde había escuchado unos pasos.
Tenía absolutamente toda la noche por delante, varias horas en las que podría practicar cualquier tipo de arte oscura sin que ningún mocoso se metiese de por medio y, de paso, sin que ningún prefecto descontase considerablemente puntuación a su casa. Pues, a pesar de ser bastante independiente, por no decir que era una joven completamente independiente de los demás, deseaba que la casa de la que tan orgullosa estaba ganase la copa ese curso, su último curso en Hogwarts, que, por cierto, ya era hora de salir de ese castillo el cual no le servía para nada, pues hacía tiempo que las enseñanzas allí impartidas se habían quedado cortas, o bien porque Zana ya lo sabía, o bien porque no le importaba en lo más mínimo ni le serviría en su futuro como mortifaga. Si por ella fuese, ese año no habría asistido a Hogwarts. Sin más pérdidas de tiempo, abrió la puerta que daba a los terrenos y la cerró de nuevo tras ella una vez la cruzó.
Caminó bajo la luz de la luna sin más iluminación que la de esta misma, tampoco necesitaba más, conocía el recorrido mejor que la palma de su mano, podría llegar a los límites con el Bosque Prohibido sin abrir tan siquiera los ojos. Se arrepintió de no haber cogido una de sus capas, el frío del mes de octubre no era, ni mucho menos, agradable ni aceptable, pero regresar a por un trozo de tela no llegó a ser una opción, sino una pérdida de tiempo adicional con la que no había contado, y por ello, la desechó tan pronto como apareció en su cabeza. No tardó en llegar al lugar deseado y mucho menos en adentrarse en el bosque. Varita en mano, dedicó unos minutos a pensar por donde comenzar, y fue más fácil de lo que esperaba. En cuestión de segundos se encontraba apuntando al frente, donde había escuchado unos pasos.
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Muchos eran, por no decir todos, los que la odiaban y pocos, tan pocos que podían contarse tan solo con los dedos de una mano, los que no mostraban ese sentimiento hacia la castaña. No le importaba, nada le importaba en realidad dentro de ese maldito colegio el cual esperaba abandonar pronto para poder servir con total libertad al bando por el cual daría la vida en cualquier momento, sin pensárselo tan siquiera dos veces. En realidad, no sabía exactamente cuál había sido el momento en el que había decidido entregarse tan completamente a el bando oscuro, al bando que tiempo atrás había liderado Lord Voldemort. Tsé. No se podía comparar. Ella jamás habría servido a semejante ser, por cuyas venas ni tan siquiera corría sangre pura. En cambio, nunca había dudado a la hora de alistarse como neo-mortífaga. Sin duda, todo sería diferente en esta ocasión.
Sin duda, todo sería diferente en esta ocasión. No habría errores, no se dejarían engañar por un imbécil con una cicatriz que le cruzaba la frente. Nadie podría evitar lo que estaba por suceder, tan solo el tiempo podía dar y quitar la paz que reinaba en el mundo mágico, al menos en parte, pues las desapariciones, habían comenzado de nuevo. Y no pasaría mucho tiempo hasta que los primeros alumnos comenzasen a desaparecer, al igual que ciertos miembros del ministerio que llevaban semanas en el punto de mira. Sería divertido.
Mientras que la mente de la slytherin divagaba, la figura que le había hecho alzar la varita de forma instintiva se acercaba, no había logrado observarla lo suficiente como para distinguir su rostro y tampoco habría podido, pues se había ocultado entre las sombras. – Oh vamos, de haber querido ya me habrías matado, no vengas con misterios ahora. – Habló sin más, dejando que su mano derecha, con la cual sostenía su varita, cayese hasta posarse sobre su cintura.
Sin duda, todo sería diferente en esta ocasión. No habría errores, no se dejarían engañar por un imbécil con una cicatriz que le cruzaba la frente. Nadie podría evitar lo que estaba por suceder, tan solo el tiempo podía dar y quitar la paz que reinaba en el mundo mágico, al menos en parte, pues las desapariciones, habían comenzado de nuevo. Y no pasaría mucho tiempo hasta que los primeros alumnos comenzasen a desaparecer, al igual que ciertos miembros del ministerio que llevaban semanas en el punto de mira. Sería divertido.
Mientras que la mente de la slytherin divagaba, la figura que le había hecho alzar la varita de forma instintiva se acercaba, no había logrado observarla lo suficiente como para distinguir su rostro y tampoco habría podido, pues se había ocultado entre las sombras. – Oh vamos, de haber querido ya me habrías matado, no vengas con misterios ahora. – Habló sin más, dejando que su mano derecha, con la cual sostenía su varita, cayese hasta posarse sobre su cintura.
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La mirada de la morena se posó sobre el cuerpo de la joven cuando esta avanzó unos pasos hacia ella. La conocía, claro que la conocía. Jakelyn Hyke. Slytherin, de su mismo curso, pero lo más importante. Neo-mortífaga. Había coincidido con ella varias veces fuera del castillo, concretamente en las reuniones que, los padres de ambas junto con el padre de Matthew Callahan, mantenían en algún rincón de La Casa de los Gritos. No eran amigas, más bien simples conocidas. Que compartiesen unos ideales y una misma forma de ver enfrentarse a los hechos no implicaba, ni mucho menos, que Zana sintiese la necesidad de forjar una amistad. Claro que, ni con ella, ni con nadie. Era demasiado suya como para sentir algún tipo de lazo con otros. Realmente era complicado llegar a conocerla lo suficiente como para que pudiese considerar a alguien amigo, claro que, lo complicado está en que ella misma de deje conocer.
–Tienes razón, un crucio habría sido más divertido. Perdona mi descuido.- Respondió, dejando entrever en su tono un deje de ironía mezclada con cierta burla. Mas tuvo que darle la razón ante sus siguientes palabras. – Claro que es más placentero, y más divertido también. – contestó reviviendo en su mente la cara del último muggle que había caído muerto tras haber sido asesinado por ella. – Aunque, realmente, lo más placentero son las suplicas y el inútil pensamiento de poder sobrevivir. – Añadió, más para si misma que para su compañera de casa.
-Simplemente pretendía pasar la noche haciendo algo…- comenzó a hablar, buscando la palabra adecuada a lo que ella quería responder.- ¿útil?.- añadió finalmente, guardando su varita en el bolsillo trasero de sus pantalones vaqueros. Odiaba el uniforme del colegio, y por ese mismo motivo se lo cambiaba por cualquier otra cosa en cuanto le era posible. Incluso, al punto de asistir a las clases, si es que se dignaba a hacer acto de presencia, con cualquier otra prenda que no fuese esa estúpida falda hecha por y para jóvenes virginales que, de esto último, tenían bien poco. Sencillamente no iba con ella, y si a alguien no le gustaba, bien podía mirar hacia cualquier otra parte, que ella ya habría hecho eso mismo mucho antes.
–Tienes razón, un crucio habría sido más divertido. Perdona mi descuido.- Respondió, dejando entrever en su tono un deje de ironía mezclada con cierta burla. Mas tuvo que darle la razón ante sus siguientes palabras. – Claro que es más placentero, y más divertido también. – contestó reviviendo en su mente la cara del último muggle que había caído muerto tras haber sido asesinado por ella. – Aunque, realmente, lo más placentero son las suplicas y el inútil pensamiento de poder sobrevivir. – Añadió, más para si misma que para su compañera de casa.
-Simplemente pretendía pasar la noche haciendo algo…- comenzó a hablar, buscando la palabra adecuada a lo que ella quería responder.- ¿útil?.- añadió finalmente, guardando su varita en el bolsillo trasero de sus pantalones vaqueros. Odiaba el uniforme del colegio, y por ese mismo motivo se lo cambiaba por cualquier otra cosa en cuanto le era posible. Incluso, al punto de asistir a las clases, si es que se dignaba a hacer acto de presencia, con cualquier otra prenda que no fuese esa estúpida falda hecha por y para jóvenes virginales que, de esto último, tenían bien poco. Sencillamente no iba con ella, y si a alguien no le gustaba, bien podía mirar hacia cualquier otra parte, que ella ya habría hecho eso mismo mucho antes.
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