jueves, 27 de enero de 2011

Thread, Saltandome las clases {1}

ZAHRAE.

El molesto despertador fue tirado al suelo por una rubia que se negaba a mover su cuerpo de la cama y mucho menos a levantar la cabeza de la cómoda almohada. Una vez el ruido que ese estúpido objeto muggle emitía dejo de sonar, la joven dio media vuelta y, acomodándose nuevamente, se volvió a dormir. Sin importarle que en menos de media hora tuviese clase de pociones. ¿Para qué ir? Siempre era lo mismo, pociones insulsas e inservibles que no tenían otra utilidad más que la de demostrar al profesor que habías estado atento durante las clases, y para eso, no le hacía falta asistir a ninguna de las clases, su madre ya se había encargado de darle una educación excelente en base a la magia, remarcando siempre la defensa contra las artes oscuras y, cómo no, las propias pociones. Y por ese mismo motivo sus notas en dichas asignaturas eran envidiables. ¿Lo mejor? Ver como todos aquellos que, realmente se molestaban para sacar una buena nota, la envidiaba por poder hacerlo sin prestar algún tipo de atención.

Casi dos horas después, Zahr se despertó, tranquila, como siempre, sin darse prisa en llegar a la siguiente clase, incluso se planteaba el hecho de no asistir, ni a la siguiente ni a las próximas. Una sarcástica sonrisa se formó en su rostro, dando a entender que había elegido la segunda de las opciones. Además, los puntos que su casa ganase o dejase de ganar no le importaban en lo más mínimo, por ende, tampoco le importaba si algún profesor la encontraba deambulando por el castillo y le descontase puntos a la casa de Salazar. Con una calma abrumadora, se levantó de la cama, sentándose sobre la misma mientras que con la mirada buscaba su uniforme. Cuando finalmente lo encontró, se puso de pie y se dirigió a la silla donde lo había dejado la noche anterior, y, manteniendo el mismo ritmo en sus movimientos, se vistió.

Una vez estuvo lista, salió del cuarto para después abandonar la sala común, la cual, a esas horas, estaba completamente vacía. Ya podía ser así más a menudo, pensó. Cruzó varios pasillos y abrió otras tantas puertas, no tenía claro donde iba, mas tampoco tenía un destino pensado. Lo único que si sabía era que no se aproximaría lo más mínimo a ningún aula. Subió a la segunda planta en cuanto tuvo las escaleras frente a ella. No se molestó en mirar en qué lugar la dejaban, simplemente cuando la propia escalera paró frente a una puerta, la abrió, y entró. No recordaba haber estado allí antes, aunque no podía estar cien por cien segura pues era un sencillo pasillo y, de esos, había demasiados en el castillo. Iba a abrir una de las puertas cuando escucho la puerta por la que había entrado, y la cual había vuelto a cerrar, se abrió.

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MATTHEW.

Pociones. Qué patético desperdicio del tiempo. Humitos de colores deslizándose por los contornos de los calderos, olores más desagradables que el del trasero del profesor, y frustraciones por parte de aquellos idiotas que no lograban realizar la poción del día. A él no le costaba aquella asignatura, realmente ninguna lo hacía, pero aquella en particular le parecía completamente inútil. No le vería nunca la gracia. Cualquier pócima necesaria, se podía fácilmente adquirir en cualquier local, ya sea de magia común, o de magia negra. Personas como Callahan tenían acceso a ambas, incluso más a la segunda que a la primera. Él no gozaba de paciencia para nada, mucho menos para ese tipo de cosas. Después de todo, las pociones que realmente valían la pena tener, eran las que más tardaban en realizarse. Y no eran días, ni siquiera semanas. Meses. El solo hecho de pensar en esperar tanto para un jodido líquido, le ponía de mal humor.

Si bien el castaño no era de esos que asistían regularmente a las clases, sino todo lo contrario, aquel día se levantó con el objetivo de ser casi un perfecto Ravenclaw ejemplar. La idea de mandar todo a la mierda y quedarse en su cama, había sido más que tentadora, una opción. Pero hacía varios días que sus inasistencias diarias se habían vuelto costumbre, en parte por no tener ganas de ir, y por otro lado, gracias a llamados constantes de los neo-mortífagos para informarle de acontecimientos actuales, o futuros que cambiaban constantemente para evitar alguna brecha de salida de información. Después de todo, los errores que se cometieron años atrás, con el asqueroso Riddle liderando, no serían cometidos de nuevo.

Así había pasado aquella mañana, sentado en su silla, en momentos serio, en otros simplemente jodiendo a quién quería joder, y cuando debía, haciendo lo que el profesor dictaba. Se mordía la lengua y apretaba levemente los dientes de vez en cuando para evitar levantarse y largarse del lugar constantemente. Por eso, no lo pensó dos veces cuando diez minutos antes que termine la última clase de aquella mañana, tomó sus cosas y salió por la entrada sin más. Ya había hecho su buena acción del día, que no le jodieran. Instintivamente, sus pies comenzaron a desacelerarse a medida que caminaba y subía las escaleras. No tenía un punto de lugar al que quería ir, simplemente aprovechar el silencio y tranquilidad por unos instantes. Se abrió paso cuando la escalera se detuvo frente a una puerta, y entró por la misma sin siquiera ver en qué piso estaba. Antes de siquiera amoldar su vista al lugar, sus ojos se desviaron instintivamente a una figura cercana. - ¿Zahr? – Preguntó divertido, mientras cerraba la puerta detrás de sí, sin apartar su mirada de ella.
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ZAHRAE.

La slytherin dio unos pasos hacia la derecha y abrió una de las múltiples ventanas que recorrían todo ese lateral del pasillo. Tan pronto como la abrió una ola de frío entro al interior, logrando que un escalofrío recorriese su piel al contacto con el aire del exterior. Mas esto no le importó en lo más mínimo. Estaba más que acostumbrada a los constantes cambios de temperatura existentes entre la tierra y el agua. Apoyó los codos sobre el alfeizar de la ventana, dejando que el viento chocase contra su rostro e hiciese ondear su rubio cabello. No le importaba demasiado quien había entrado allí, cualquier Hufflepuff en busca de la enfermería seguro. Fue por esto que le sorprendió que fuese Callahan quien entrase por esa puerta, aunque, tampoco era de extrañar. Giró levemente su rostro, para así poder posar su mirada sobre el castaño, pero sin mover un solo milímetro su cuerpo, el cual aún se encontraba recostado contra la pared y el alféizar. De haber sido otro quizás hubiese hecho mención a que las clases aún no habían acabado, a pesar de ser ella la primera en no asistir a ellas. - ¿Vienes a hacerme compañía, Callahan? – Preguntó divertida, antes de volver su mirada al exterior del castillo.

Aspiró el aire, sintiendo como las insignificantes e invisibles partículas de agua que había en el mismo le hacían desear tirarse al lago en ese mismo instante. Pero más que un deseo, era una necesidad, de la cual no se había percatado hasta ese momento en el que sintió el agua con más intensidad que otras veces. Realmente estaba extrañada por esto, siempre había podido sentir el agua que contenía el aire, pero jamás de esa forma, a no ser que se encontrase cerca de ríos o mares. Fue por eso que se puso de cuclillas sobre el suelo y, apoyando sus manos en el alféizar, sacó, casi literalmente, la cabeza por la ventana. El lago se encontraba en ese lado del castillo. Lógico. Se mordió el labio inferior intentando contener las ganas de tirarse desde ahí mismo, aún sabiendo que el lago se encontraba cientos de metros más allá. Podría decirse que las suaves olas la habían hipnotizado por completo desde el mismo instante en el que había posado sus castaños ojos sobre el mismo.

Giró su cuerpo 180 grados, sin haberlo pensado demasiado con antelación, necesitaba apartar la mirada del lago o pasaría mucho tiempo hasta que se viese entre sus aguas. Y eso era lo que menos quería en ese momento, pues el tiempo pasaba demasiado rápido si se encontraba en cualquier superficie liquida, tan rápido que las horas perdían sentido para ella. Podían incluso pasar días y ella no se daría ni cuenta, al menos no hasta que alguien le recordase el día en el que vivía.
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MATTHEW.

Era bastante usual en Matthew deambular constantemente por el Castillo. Cuando no tenía tiempo libre para hacerlo, lo creaba. No porque le pareciera divertido, ni porque no tuviese otra cosa que hacer. Pero la verdad era que incluso a pesar de que deseaba internamente ver arder Hogwarts, con varias –por no decir casi todos- personas dentro, tenía una arquitectura bastante peculiar, y demasiados lugares deshabitados que lograban llamar su atención. Pasadizos secretos, elementos mágicos guardados en habitaciones aisladas, pergaminos, libros de magia negra nunca antes vistos. ¿Quién sabe qué cosas se podían encontrar en los rincones más apartados? Y por supuesto que, además de aquel incentivo curioso, el silencio y tranquilidad eran dos factores que parecían tomarlo de las muñecas y arrastrarlo dentro. Y es que él era un rompecabezas que jamás sería comprendido, ni armado. El problema radicaba en que era tan complicado, que ni siquiera tenía todas las piezas para poder hacerlo. En momentos puede desear con todas sus fuerzas el silencio, callar lo que lo rodea sin pensarlo, como luego necesitar juerga descontrolada. Sin embargo no se consideraba demasiado bipolar. Él estaba más allá de eso.

Las palmas de sus manos cerraron la puerta detrás de si, logrando que al hacerlo, un ruido seco se deslizara por aquel lugar. Había cierta cantidad de polvo en el suelo, por lo que el propio aire que expulsó el movimiento de la puerta, corrió una fina capa grisácea hacia irregulares direcciones. No estaba demasiado oscuro dentro, incluso a pesar de que todas las ventanas estaban cerradas. Pero la luz era templada, y dejaba algunas zonas más tenues que otras. Observó en silencio como la Slytherin se encargaba de abrir uno de los ventanales, y tan pronto como lo hizo, e incluso casi al mismo tiempo de que el viento movió sus cabellos castaños, este logró llegar hasta él. Callahan llevó sus dedos hacia la corbata verde y plateada que rodeaba su cuello, y se había encontrado aprisionando la tela de su camisa blanca. – ¿Qué puedo decir? Me gustan las menores. – Contestó de la misma manera en la que ella le había preguntado.

Sus ojos azules se fijaron en el lugar donde ella se encontraba, mientras terminaba de quitar la corbata con una de sus manos, y acomodaba la mochila que se encontraba aún en uno de sus hombros. Se acercó entonces, luego de despeinar su cabello por inercia. – Asumo que te estás portando mal, y has faltado a clases. Qué decepción. – Susurró una vez estando a su lado, y dejando que sus labios se curvaran levemente, mientras observaba los paisajes que ofrecía aquella vista. No le movían un pelo, ni el lago, ni los árboles, ni nada de ahí abajo. Pero sentir el aire frío de otoño era bastante satisfactorio. Al menos para él, siendo de sangre fría.
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ZAHRAE.

Ciertamente, la castaña se sentía encerrada tras las paredes del castillo, si bien no extrañaba nada del exterior, tampoco se sentía cómoda pasando más de tres cuartas partes del año en Hogwarts. Le limitaba en exceso, más de lo que podía soportar, a pesar de que la presencia de Lara ayudaba más de lo que podría haber esperado, no era lo suficiente como para sentirse completamente bien en Hogwarts. Ella necesitaba libertad, su propia esencia era tan libre como el aire y ella, no podía hacer como si nada de esto sucediese. Pues las náyades eran de por si almas puras y libres. Claro que, la joven slytherin tenía menos de pura que una virgen de zorra. Y lo peor, aún le quedaba ese año, y el siguiente. Al menos, si se dignaba a aparecer por allí el próximo año en lugar de recibir las clases en su casa. Sin duda, esa había sido la opción que, desde un principio, no debía haber rechazado. Por más que le jodiese admitirlo, su madre había tenido razón, pero era demasiado orgullosa como para admitir que se había equivocado. Era por eso, y por poco más, que aún seguía bajo el techo de ese maldito castillo.

Rió débil y apenas visiblemente cuando el castaño respondió a lo que ella había dicho unos segundos antes. Mas no dijo nada, no había necesidad de ello. Aun habiendo utilizado el término de menores y siendo que tan solo les separaba poco más de un año. Posó su mirada en su rostro, debía reconocer que le agradaba su compañía, y eso era algo que podía decir de pocos, muy pocos en realidad. Con ayuda de su mano derecha apartó un fino mechón castaño, que acababa de dejarse caer sobre su rostro, el cual colocó de nuevo en su lugar. No es que le importase demasiado el ir o no bien peinada, pero no soportaba tener el cabello sobre su rostro. Realmente era algo que odiaba. Observó como el slytherin se deshacía de su corbata y acomodaba su mochila. Para después recorrer su cuerpo con su mirada, sin tratar de ocultar lo que estaba haciendo. ¿Para qué? Sería una tontería negar que le atraía. Y ella no hacía tonterías.

-Puede que me esté portando mal, pero tú te estás portando aún peor.- respondió permitiendo que en su rostro se formase una leve sonrisa. – Faltar a clase, está mal, pero venir aquí, para exhibirte ante una joven e inocente alumna de sexto está peor. – añadió sin dejar de sonreír y con un deje de ironía en sus palabras, recalcando sobre todo la palabra inocente, realmente no sabía como había podido pronunciarla sin reírse por ello.
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MATTHEW.

Callahan tenía una reputación en el castillo, que no le iba ni le venía. Ser mujeriego, un Don Juan, o como quieran llamarle al tener facilidad para relacionarse con las mujeres, era un hecho del que todos parecían estar al tanto. Por momentos le causaba gracia, por otros le subía el ego, pero constantemente le causaba indiferencia. Lo que él hacía de puertas para adentro no era ningún secreto, así tampoco como que la mayoría de las mujeres o jóvenes con las que se había acostado, eran zorras. El cerebro nunca había sido un factor que le importara demasiado cuando llegaba el momento de acostarse con quien fuese. Matthew siempre veía al sexo como lo que era, una necesidad carnal que daba placer, y nada más. Claro que, a pesar de todo, incluso él tenía preferencias de vez en cuando. Por que lo cierto es que las mujeres fáciles iban y venían, y había miles de ellas. No estaría siendo egocéntrico, sino realista, si diría que nunca había tenido dificultades con las mujeres. Por eso aquellas que o le odiaban de por sí, o no sentían la necesidad de tirarse sobre él desde el primer momento, eran las que le llamaban la atención.

El frío viento que entraba por la ventana que Zahr había abierto, se encargó de golpear su rostro y revolver levemente su cabello una vez terminó de situarse a su lado. Era cierto que compartía poco y nada de tiempo con aquella joven en Hogwarts. Después de todo, él estaba en séptimo y al estar ella en sexto, lograba que no coincidieran casi nunca en horarios de clases. En la Sala Común podía cruzarla de vez en cuando, pero ninguno se detenía tampoco a hablar con el otro. Se podría decir que al castaño le atraía más la idea de encontrarla como lo había hecho ese día, en vez de crear una conversación en un lugar concurrido. Simplemente porque había algo en la Slytherin que le atraía, como si fuese un misterio sin resolver, y quería tenerla para él solo para poder descifrarla.

Matthew sonrió de medio lado con arrogancia, mientras desviaba su mirada del lago para fijarla en la de la castaña. – No tienes idea de cuán mal me puedo portar, Kuypers. - Dejó la mochila tirada a un lado de forma lánguida, para luego apoyar su hombro contra el umbral de la ventana, dejando de ese modo que su cuerpo enfrentara la dirección en la que ella se encontraba. – En todo caso no es mi culpa. Todo depende de lo que mis acciones provoquen en esa alumna.- Alzó sus cejas enigmático, con la sonrisa ladina aún en sus labios.

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